+ 1,5 grados centígrados, alerta fatídica / Koyaanisqatsi / Baraka

Esta entrada es extremadamente larga. Sé y soy consciente de que el tiempo libre es un bien valioso y escaso para tod@s nosotr@s. Así que anticipadamente quiero dar las más sinceras gracias a l@s valientes que se la lean entera; eso suponiendo que alguien lo haga. Quiero suponer y creer que sí (me maravillaría si alguien lo hiciera de un tirón). Invito a que sea leída. El potencial lector puede tomárselo como si fueran 5, 10 o 20 entradas, y volver tantas veces como sea necesario. Es una entrada densa, que requiere un esfuerzo en muchos sentidos, y también es abrumadora. El sentido común aconseja leerla por partes: hay mucha información, contiene muchos datos y puede resultar mareante. Todos los vídeos incluidos tienen asimismo bastante miga. Muchas gracias de nuevo. Acompañadme en un viaje tormentoso y nada agradable…

La noticia saltaba a los medios informativos y a las televisiones el pasado lunes 8 de octubre:

«Los científicos asesores de Naciones Unidas advierten a los Gobiernos de que se necesita una transformación sin precedentes para limitar el aumento de la temperatura a 1,5 grados. (…)

«Las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con el hombre han elevado aproximadamente un grado centígrado la temperatura global respecto a los niveles preindustriales, concluye el grupo de científicos asesores de la ONU en materia de cambio climático, conocido por sus siglas en inglés IPCC. La cuestión ahora es hasta dónde se llegará y qué impactos se está dispuesto a asumir.

El IPCC advierte en un informe presentado la madrugada de este lunes en Corea del Sur (hora española) de que el calentamiento es probable que lleve a un aumento de 1,5 grados centígrados entre 2030 y 2052 si el mundo sigue el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero. Esto supone que se está en riesgo de incumplir el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París —quedar por debajo del 1,5 en 2100— en poco más de una década.

Para evitarlo se necesita una transición «sin precedentes» y cambios «rápidos» y de «gran alcance» en la electricidad, la agricultura, las ciudades, el transporte y la industria, apunta el informe. Si se quiere cumplir la meta del 1,5 se requiere una disminución en 2030 del 45% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) —el principal gas de efecto invernadero— respecto al nivel de 2010. En 2050, esas emisiones —que mayoritariamente proceden de los combustibles fósiles— deben haber desaparecido, algo realmente complicado.

De hecho, las políticas que los países pusieron sobre la mesa cuando se cerró en 2015 el Acuerdo de París —que obliga a todos los firmantes a presentar planes de reducción de emisiones— llevarían en estos momentos a que el calentamiento llegue a los 3 grados a final de siglo. De ahí los cambios «rápidos, profundos y sin precedentes» a los que apunta el informe del IPCC, en el que han participado casi un centenar de científicos de 44 países. (…)

Cuando los representantes de casi 200 países cerraron en 2015 en París el pacto contra el calentamiento, todos tenían claro que la batalla para evitar el cambio climático se había perdido. Revertir el calentamiento es inviable por la acumulación en la atmósfera de los gases expulsados desde la Revolución Industrial… ».

(En EL PAÍS)

Sinceramente, he estado pensando durante varios días si escribir algo sobre este grave problema o no. Hace tiempo que estoy preocupado por el cambio climático y el calentamiento global, por el paulatino deterioro del medio ambiente y las nefastas y catastróficas consecuencias de ese aumento global de temperaturas; consecuencias que cada vez se hacen más palpables en fenómenos meteorológicos más extremos y violentos. Me sorprendían y me impactaban —como me imagino que a todos/as nosotros/as— la noticia y las imágenes de las brutales torrentadas en Mallorca y de la tragedia allí acaecida. Pero no ha sido lo sucedido en Sant Llorenç de Cardessar lo que me ha llevado a decidirme. Ese «simple» anuncio hecho por la comunidad científica ya es de por sí lo suficientemente grave y preocupante. Lo confieso, hace mucho tiempo que tengo un amor «secreto»: el planeta Tierra. Con cada luz que apago, cada papel que reciclo o cada trozo de plástico que separo pienso en él. O en ella (la madre Gaia).

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La fuerza de las riadas en esa localidad mallorquina fue brutal. La imagen habla por sí sola…

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No es la zona del Caribe ni la península de Florida: es el Leslie frente a las costas portuguesas…

Pero sí, más allá de las brutales riadas de Mallorca y de la llegada del exhuracán Leslie entrando por Portugal y atravesando la península, me decido a escribir motivado por esa preocupación y aguijoneado por un impulso. Creo que la gravedad del asunto lo merece, así que ésta no va a ser una entrada «normal»; mucho me temo que no va a transmitir ni propiciar buen rollo, ni sonrisas. Ni tan siquiera creo que haya cabida para las buenas noticias o un optimismo moderado —no desde mi punto de vista y desde mi feeling al respecto—. Así que ante ese panorama nada alentador que se esboza en ese artículo —por ejemplo— de El País, me hago obviamente la siguiente pregunta y toda una batería de ellas, por lógica (la preocupación, la urgente necesidad de respuestas y el instinto de supervivencia disparan una ráfaga inevitable): ¿qué van a hacer los putos gobiernos? ¿qué piensan hacer? ¿a qué están esperando? ¿a qué —biiiiiiiíp— esperan para tomar decisiones valientes y firmes y adoptar medidas y políticas drásticas que sean efectivas? ¿a qué esperan? ¿a que los océanos empiecen a engullirnos? ¿a que huracanes cada vez más destructivos comiencen a barrernos? ¿a que ya no haya vuelta atrás en una dramática subida de temperaturas? ¿a que se deshagan los hielos «eternos»? ¿a que los recursos naturales se agoten, los alimentos empiecen a escasear y las cosechas a fallar? ¿a que tengamos que comer plástico? ¿a que el agua potable se convierta en un bien escasísimo y preciadísimo? ¿a que millones de refugiados por el cambio climático huyan de las zonas afectadas y busquen refugio en nuestro mundo, el rico y privilegiado? Podrá sonar a demagógico, o podrán parecer preguntas o escenarios exagerados, precipitados o catastrofistas, pero esas son ni más ni menos algunas de las consecuencias que se derivarán de un imparable aumento de la temperatura global del planeta. No serían los primeros estadios de la tragedia, sino los graves efectos que se acabarían materializando.

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La República de Kiribati es una serie de 33 atolones de coral, situados en mitad del Pacífico. Es una de las pequeñas naciones insulares que podrían desaparecer si siguen subiendo las aguas. El caso de Vanuatu ya es «célebre»: este archipiélago de 83 islas se está hundiendo poco a poco. El nivel del mar sube 6 milímetros por año desde 1993, el doble del promedio mundial

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Como muestra de todo ello este breve vídeo…

«Cada día 62 000 personas abandonan sus casas por los desastres provocados por fenómenos meteorológicos, según la ONG Centro de Monitorización de Desplazamientos Internos (IDMC). Son unos 22 millones de desplazados al año. En 2100 el número se habrá disparado a los 2000 millones».

(Cita tomada de elindependiente.com. Este artículo es absolutamente demoledor)

«¿Apátridas y sin derechos? Las víctimas del Cambio Climático pasan a tener la categoría de apátridas con derechos legales dudosos y potencialmente percibidos como cargas, para cualquier país anfitrión. Coloquialmente, el término “refugiado climático” se utiliza para describir a cualquier persona que abandone su hogar debido a los efectos del Cambio Climático: sequía, inundación o condiciones climáticas extremas. Transnacionalmente, el término no tiene influencia legal. Eso significa que los refugiados climáticos podrían no tener derechos humanos cuando emigran a una nueva nación».

(Tomado de consumidoresorganicos.org)

Después de esa inicial batería de preguntas, hemos seguido y enlazado directamente con el tema de los refugiados climáticos. Como puede verse, esa alusión a «millones de refugiados» no es nada demagógica ni exagerada: el cambio climático ya hace tiempo que está entre nosotros, y ya hace tiempo que afecta dramáticamente a muchísimas personas. Sencillamente el impacto de las informaciones asociadas a esas fotografías me ha llevado a ello. No importa por dónde seguir, en cierta manera. Hay muchísimas más consecuencias derivadas de ese aumento de las temperaturas, porque el asunto no se limita solamente a una mera cuestión de subida de termómetros, de nivel de las aguas o de deshielo de las grandes masas polares. Un artículo de abc.es hace una rápida enumeración de las consecuencias de una subida de 1,5 ºC*: efectos en plantas y cultivos, efectos para la salud humana (transmisión de enfermedades por insectos), pérdida de especies, más sequías, inundaciones y días de calor extremo, etcétera…

*El nombre científico y correcto es «grado Celsius», aunque se admite también «centígrado» porque ha tenido un uso histórico y sigue siendo utilizado corrientemente. «Centígrado» porque se divide esta escala en 100 grados: el cero corresponde al punto en que el agua pasa de sólida a líquida, mientras que los cien grados corresponden a su punto de ebullición.

«Medio grado más de calentamiento global será la diferencia entre la vida y la muerte, la hambruna o las catástrofes naturales para millones de personas. Cuando el planeta ya se encuentra en 1 ºC de calentamiento sobre los niveles de la época preindustrial, algunas de las consecuencias del cambio climático han comenzado a manifestarse: el deshielo del Ártico, las inusuales olas de calor, la fuerza de los huracanes».

Sigo escribiendo (hoy es 15 de octubre), y este lunes nos golpean en primer plano las noticias sobre las terribles inundaciones en el sur de Francia por el paso de la ya tormenta tropical Leslie: al menos 10 muertos en estos momentos. «El nivel del agua aumentó en Trèbes ocho metros en solo cinco horas. No se registraban cifras similares desde 1891». En unas cinco horas ha caído el agua equivalente a tres meses de precipitaciones…

«Las lluvias torrenciales no son un fenómeno extraño en el sur de Francia en esta época del año, pero los meteorólogos han indicado que el agua del mar excepcionalmente cálida en la costa mediterránea del sur del país las puede estar intensificando. Francia ha experimentado el que es hasta ahora el año más cálido desde 1900, según Méteo France… ».

(El País)

Indudablemente, ahí lo tenemos otra vez: el cambio climático ya hace tiempo que nos afecta y los fenómenos meteorológicos son y serán cada vez más virulentos. Pero volvamos al principio: ya que se ha mencionado ese Acuerdo de París del 2015 sobre el clima, hagamos memoria de lo que supuso en el momento de su ratificación:

«El pacto abre un camino, pero no es la meta, como resaltaron los negociadores. Los esfuerzos que hay ahora sobre la mesa no son suficientes para impedir que el aumento de la temperatura a final del siglo se quede “muy por debajo de los dos grados”, el objetivo que persigue el pacto. Todos los países firmantes deberán limitar sus emisiones, aunque los desarrollados tendrán que hacer un mayor esfuerzo y movilizar 100 000 millones de dólares anuales.

Ante el fracaso hasta ahora de los intentos por fijar metas obligatorias individuales a cada país —el Protocolo de Kioto apostó por esa fórmula y solo logró cubrir el 11% de las emisiones mundiales— ahora se le da la vuelta al proceso. Se pone una meta obligatoria: que el aumento de la temperatura media en la Tierra se quede a final de siglo “muy por debajo” de los dos grados respecto a los niveles preindustriales e incluso intentar dejarlo en 1,5. Luego, cada país pone sobre la mesa sus aportaciones voluntarias para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero nacionales. Y lo hacen todos. 187 de los 195 países reunidos en París han presentado ya sus programas nacionales. Todo el que firme y ratifique el pacto —algo que ocurrirá a partir de la próxima primavera— deberá aportar contribuciones con las limitaciones de gases.

Pero el acuerdo de París, que entrará en vigor en 2020, por sí solo no es suficiente para lograr el objetivo de los dos grados. Según se reconoce en la “decisión”, la segunda parte del texto, los programas de recorte que han presentado esos 187 Gobiernos no bastan. “Se requerirá un esfuerzo mucho mayor”, se indica. Por eso se establecen mecanismos de revisión al alza de los compromisos cada cinco años. También, herramientas de transparencia, como los inventarios, para intentar que el control sea lo más efectivo».

(En EL PAÍS)

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Pero mi visión sobre todo este tema y sobre los posibles acuerdos internacionales ha de ser dura, exigente e inconformista, por necesidad. Y esa visión me hace sobrevolar sobre las bambalinas y los entresijos de la política y la diplomacia. También, por qué no decirlo, sobre la hipocresía, las verdades a medias, la palabrería, las promesas que después no se cumplirán (especialidad de la clase política) y la discutible y efímera gloria de quedar bien en la foto, para centrarme en el punto realmente importante, ya esbozado antes: esa cumbre de París llegó a acuerdos claramente insuficientes, que tres años después ya es evidente que se quedarán desfasados: «Las políticas que los países pusieron sobre la mesa cuando se cerró en 2015 el Acuerdo de París llevarían en estos momentos a que el calentamiento llegue a los 3 grados a final de siglo».

Esta última observación es importantísima, porque viene a «demostrar» que los acuerdos a los que se llegó fueron demasiado blandos, y si vuelven a acordarse medidas que sean demasiado blandas después de la seria advertencia que supone el informe recientemente presentado en Incheon, Corea del Sur (728 páginas, firmado por 91 expertos de 40 países y con más de 6000 referencias científicas) entonces nos encaminaremos hacia el desastre de forma (aún) más irreversible y acelerada. Por esta razón deben tomarse medidas drásticas. Nunca estará de más «curarse en salud» y ser ambiciosos y precavidos en las medidas a adoptar, y eso quiere decir entre otras muchas cosas dejar de utilizar combustibles fósiles: adiós para siempre al petróleo, el gas y el carbón, por contundente que suene y difícil que parezca.

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Volviendo a las bambalinas de la política y los entresijos del poder, es de prever que si se adoptan medidas para reducir el consumo de esos combustibles y también las emisiones de gases de efecto invernadero, se haga poniendo plazos y porcentajes que siempre serán parciales e insuficientes. Siempre «con un calendario», «por plazos» y «poco a poco», con «recortes y reducciones» paulatinas. Y me da igual que no se emplee este lenguaje claro de forma explícita, porque al final el espíritu, la praxis y los resultados vienen a ser los mismos: insuficiencia, inoperancia, mezquindad, miopía política, intereses económicos, geoestratégicos y de los grandes lobbies y corporaciones, cobardía, inercia, egoísmo, y por qué no decirlo, infinita estupidez. Y por qué no decirlo también, terrorismo medioambiental institucionalizado, porque las malas políticas medioambientales matan seres humanos. Rescato una frase de cierto artículo, ya que me pareció muy acertada:

«La limitación del calentamiento global a 1,5 grados todavía es técnicamente posible, aunque sea un terreno políticamente minado».

(En scidev.net)

Y basta para constatar este punto con darse una vuelta por la prensa. Mucho no tenemos que rebuscar, más bien al contrario. Aquí tenemos una muestra de ese espíritu presto por parte de los gobiernos de tomarse la advertencia del IPCC en serio y actuar sin que les tiemble la mano:

«La ambición en la lucha contra el calentamiento global de Alemania se ha desdibujado. Y ahora lidera el grupo de países de la UE que quieren ralentizar el proceso de recortes de emisiones de CO2 (el principal gas de efecto invernadero) del transporte por carretera por el temor a dañar la industria automovilística. Enfrente, un conjunto capitaneado por Francia y en el que están Países Bajos, Luxemburgo, Dinamarca, Irlanda, Grecia y Eslovenia aboga por acelerar esa lucha. España ha evitado hasta ahora alinearse públicamente con ninguno de los dos bandos e intenta hacer equilibrios entre su compromiso contra el calentamiento global y la industria del automóvil. Este lunes la patronal española Anfac ha avisado de la «enorme preocupación» con la que está siguiendo las negociaciones sobre los recortes futuros de emisiones en los turismos y furgonetas».

Ahí lo tenemos: la enorme profundidad de miras de la clase política, la sagaz perspectiva a largo plazo que busca ante todo el bienestar y la seguridad presente y futura de la especie humana. Tristísimo, patético e indignante. Ahora se entenderá mejor mi pregunta inicial y ese apelativo cargado de desconfianza: «¿qué van a hacer los putos gobiernos?».

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No sé cuántos de vosotros/as habréis visto la película The Day After Tomorrow (se tituló El día de mañana en España y El día después de mañana en Hispanoamérica). Se estrenó en el 2004; una obra del director alemán Roland Emmerich, y que a diferencia de otros films del mismo autor (Independence Day o 2012) que a mí me parecieron auténticos bodrios infumables desde el punto de vista de la ciencia e inclusive del guion, alcanzaba cotas a mi juicio notables de dramatismo y realismo. A mí personalmente me impactó bastante, me gustó muchísimo y no la encontré en absoluto exagerada. Planteaba un escenario catastrófico derivado del calentamiento global producido por el ser humano, un escenario donde el clima definitivamente se desbocaba y arrojaba toda su implacable furia sobre la civilización. Repasemos en esencia lo que ocurre desde el punto de vista estrictamente climatológico: el paleoclimatologista Jack Hall (interpretado por Dennis Quaid) se encuentra junto a unos colegas, tomando mediciones y muestras en una expedición en la plataforma de hielo Larsen, en la Antártida, cuando ésta se desprende…

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Se rompe y se parte la Antártida, y esto a su vez debería partirnos el corazón; me temo que es algo más que un juego de palabras. Aquí tenemos un artículo entre tantos sobre esta terrible noticia

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La situación de la plataforma o barrera de hielo Larsen con respecto al continente helado. Tres fragmentos: Larsen A se desintegró en enero de 1995. Larsen B colapsó y se quebró a principios del 2002. Anteriormente la barrera de hielo había estado estable durante unos 12 000 años. Sorprendió a los expertos la velocidad de la ruptura: tan solo tres semanas. Uno de los efectos más nocivos fue el del agua líquida estancada en la superficie durante las horas de luz diurna, ya que actuó como multitud de cuñas fragmentando el hielo. Finalmente, Larsen C, el trozo más grande, se desprendió en julio del 2017, dando origen al iceberg A68, uno de los icebergs más grandes de la historia, de unos 5800 kilómetros cuadrados. A68 es de grande diez veces la ciudad de Madrid, cuatro veces como Ciudad de Méjico. Quizá es el principio del fin, quizá es la señal de que los acontecimientos van a precipitarse en la Antártida. Estas barreras ya desprendidas actuaban como muros de contención frente al empuje de los glaciares. Este gigantesco bloque de hielo se encontraba en uno de los lugares con mayor calentamiento del planeta. Lo peor no es eso, sino que puso rumbo hacia el mar de Weddell, cuyo aumento de temperatura se sitúa por encima de los 5 grados de media: esto va a acelerar la descongelación del A68

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No he «podido evitarlo»: todos estos datos y estas cuatro fotografías no son ficción, no pertenecen a la mencionada película, sino que son total y absolutamente reales

Ya que la película empieza de esta manera, hablemos un poco precisamente de todo esto: del lentísimo deshielo y resquebrajamiento de la Antártida, del deshielo en general, de una hipotética gran subida de los mares y de cuestiones de esta índole, según datos de los que se dispone y de estudios científicos (merece la pena y nos situaremos totalmente en contexto; después seguiremos con el film).

«¿Está subiendo el nivel del mar? La evidencia científica indica que sí. Y lo ha venido haciendo a un ritmo de 3.2 mm al año en las últimas dos décadas, más o menos el doble de la velocidad media de los 80 años precedentes. (…) El Nivel Medio del Mar (GMSL, por sus siglas en inglés) aumentó entre 10 y 20 centímetros. Esto puede parecer poco pero cabe considerar que una subida de tan sólo 1 metro del nivel del mar puede suponer la afectación de 146 millones de personas en el mundo. (…) Y según una encuesta de expertos 1 metro podría ser la subida que el mar experimentaría para el año 2100 si las emisiones continúan subiendo al ritmo actual».

Esta cita pertenece a un artículo publicado en muhimu.es, donde se nos muestran mapas del mundo en el terrible e hipotético escenario de que todos los hielos continentales se deshicieran. Quedarían afectadas y anegadas importantísimas ciudades costeras en todo el planeta y además…

«Según muestra el mapa ciudades como Venecia, Londres, Shanghai, estados como Florida y países como los Países Bajos y casi enteramente Dinamarca se encontrarían bajo el mar.

Los mapas se basan en que todo el hielo continental se ha derretido y ha drenado al mar, elevándolo unos 65,8 metros (216 pies), desplazando la línea de costa hacia el interior y expandiendo la línea de los mares interiores. Hay más de cinco millones de kilómetros cúbicos de hielo en la Tierra, y algunos científicos creen que el deshielo tardaría más de 5000 años en completarse. Si seguimos añadiendo carbono a la atmósfera posiblemente lograremos crear un planeta sin hielo, con una temperatura promedio de unos 26.7 ºC (80 ºF) en lugar de los 14.4 ºC actuales (58 ºF)».

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En el caso que más nos afectaría, aquí tenemos el continente europeo. La línea blanca delimita las costas en la actualidad. Obsérvese en especial la zona norte…

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Un hipotético deshielo total de la Antártida. Sencillamente terrorífico. Mapas elaborados por National Geographic

Terrorífico también ese último dato, el de una temperatura media global superando los 26 grados. Un eterno verano. Pero todo esto es solamente ciencia-ficción, y nunca mejor dicho. Ni nuestros hijos ni nuestros nietos ni las futuras generaciones verán ese deshielo total, porque como se ha apuntado, tal proceso podría tardar unos 5000 años. Pero los dos hechos son incontrovertibles y ya andamos en esa senda, pasito a pasito: el planeta se está calentando y el nivel de los mares subiendo…

«Ni usted, querido lector, ni quien escribe estas líneas, ni nuestros hijos, ni nuestros nietos, ni, seguramente, sus respectivos hijos y nietos, llegarán a ver una Antártida libre de hielo, pero sí una pérdida creciente de agua congelada, que ya está en marcha. Los científicos ya han encontrado pruebas fehacientes del cambio que está empezando a producirse allí. (…)

Recientemente, se ha publicado el estudio más completo llevado a cabo hasta la fecha sobre los cambios de la masa de hielo experimentados en la Antártida en los últimos 25 años y las conclusiones son claras y demoledoras. Desde 1992, la pérdida neta de hielo ronda los 3 billones de toneladas, lo que ha contribuido en casi 8 milímetros a la subida global del nivel del mar. Los científicos no solo han logrado cuantificar la cantidad de hielo que ha perdido la Antártida, sino también el ritmo al que lo ha venido haciendo y la conclusión es clara: el deshielo se está acelerando, siendo especialmente crítica la situación en la Antártida Occidental.

Desde el año 2012, la Antártida pierde hielo tres veces más rápido que como lo hacía al inicio del período que se ha analizado. (…)

En un escenario de bajas emisiones, en 2070 la temperatura media de la Antártida subiría 1 ºC, las aguas que rodean el continente blanco se calentarían en 0,7 ºC, se perdería del orden del 8% del hielo y dicha pérdida contribuiría a subir 6 centímetros el nivel medio del mar. El impacto no es pequeño, pero es mucho menor que el que habría si se considera un escenario de altas emisiones. (…) En dicho escenario, la subida de temperatura del aire en la Antártida alcanzaría los 3 ºC, las aguas del océano antártico se calentarían casi 2 ºC, la pérdida de hielo alcanzaría el 43% y eso se traduciría en unos 27 centímetros de subida del nivel del mar, a los que habría que sumar los debidos a la fusión del hielo de Groenlandia (cuya contribución es mayor en la actualidad) y la dilatación térmica del agua oceánica».

(En EL PAÍS)

Buff, menos mal que todo esto es solo ciencia «ficción» y menos mal que todavía nos queda «lejos». ¿Menos mal? ¿Podemos relajarnos, volvernos indulgentes e irresponsables, no acometer las acciones necesarias y enrocarnos en dicha actitud?

Todavía en otro artículo de EL PAÍS se analizan estos mismos datos desde otro punto de vista, explicándonos que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) calculó en primera instancia que el nivel del mar se elevó a un ritmo de 1,7 milímetros por año durante el siglo XX. Durante el siglo XXI hicieron la estimación de que el océano ascendería, de media, entre 0,22 y 0,44 metros respecto a los niveles de 1990. Estos datos fueron corregidos a la baja por la Universidad de Harvard, que recalibró los modelos matemáticos con las últimas técnicas disponibles y calcularon que el nivel del mar subió solo 1,2 milímetros al año entre 1901 y 1990. Sin embargo esto no es tranquilizador para nada, ya que…

«Los investigadores, encabezados por la física Carling Hay, advierten de que la aceleración de la subida del nivel del mar en las últimas dos décadas es mayor de lo que se pensaba, alcanzando los tres milímetros al año entre 1993 y 2010. El nivel del mar asciende porque el agua se expande a medida que se calienta y por el derretimiento del hielo terrestre».

En suma, el dato preocupante es que «la subida del nivel del mar se ha acelerado más de lo que se pensaba. El océano pasó de ascender 1,2 milímetros por año hasta 1990 a 3 anuales hasta 2010».

Volviendo a la ruptura de la plataforma Larsen C, que se estima que se desgajó el 12 de julio del 2017, podemos encontrar diversos vídeos previos que lo anuncian. Por ejemplo este…

En este otro se hace una recreación de la grieta, proceso que fue monitorizado por varios satélites…

En este otro artículo se habla de diversos proyectos científicos que han seguido de cerca este desprendimiento y que estudian con mucha precisión los efectos del calentamiento global en las masas de hielo polar. Tenemos por un lado el proyecto Midas, liderado por el glaciólogo Adrian Luckman, de la Universidad de Swansea (Reino Unido). Este científico «ha asistido al imparable avance de la grieta en la barrera de hielo». Por otro lado tenemos a la ESA (Agencia Espacial Europea), que mediante la misión Cryosat y un satélite es capaz de detectar cambios de dos milímetros en las capas de hielo antárticas. «Utiliza un instrumento de radar que detecta cambios ínfimos en el grosor del hielo mediante señales de radio que rebotan en la superficie. (…) La ESA estudia los hielos del Ártico y de la Antártida para comprender los verdaderos efectos del cambio climático en los polos». A pesar de todo este seguimiento y del innegable aumento del nivel de los mares, hay que ser estrictamente rigurosos…

«Sin embargo, el desgajamiento en Larsen C no tiene por qué estar relacionado con el calentamiento global. “No tenemos ninguna prueba que apoye un vínculo con el cambio climático”, reconoce Luckman. “La grieta ya era una característica bien establecida en la barrera de hielo Larsen C en la década de 1980, según los datos de satélite”, subraya».

Recordemos que el iceberg A68 resultante tiene 190 metros de espesor y 1155 kilómetros cúbicos de hielo, y que Larsen C es (ya era) una plataforma de hielo flotante pegada al continente (y por tanto no tendría un impacto relevante en la crecida de los mares, aunque innegablemente se derretirá). “El desprendimiento debilita el frente de la barrera, su muro de contención. Y se puede acelerar el empuje de los glaciares que están detrás. Ese hielo sí que está sobre el continente y puede aumentar el nivel del mar si se derrite. Ahí está la relevancia de este fenómeno”, alerta por otro lado el geólogo Jerónimo López.

Para dar por finalizado este largo inciso y hacernos una idea de la situación en la que se encuentra la Antártida, echemos mano de un artículo en La Vanguardia; las noticias no son nada, nada, nada esperanzadoras…

«Un equipo internacional de investigadores ha llevado a cabo el primer mapa global de los principales ríos que llevan agua —procedente del deshielo— desde las grandes masas heladas de la zona continental de la Antártida hasta sus costas.

Uno de estos estudios, en concreto, analiza cómo estos sistemas fluviales podrían influir en las grandes plataformas de hielo que rodean el continente, que algunos investigadores temen que podrían colapsar, provocando aumentos catastróficos del nivel del mar a escala global. (…) En el estudio se habla del descubrimiento de cerca de 700 sistemas estacionales de estanques interconectados, canales y corrientes trenzadas que bordeaban el continente por todos lados».

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«De momento, la escala de estos ríos —en relación al total de hielo antártico— es muy pequeña pero el proceso puede ser realmente importante en las próximas décadas».

Los artículos que acabo de consultar y citar datan en su mayoría del 2017. Pero el agravamiento y aceleración de todos los acontecimientos implicados en el calentamiento global (es decir, el deshielo y el resto de procesos naturales) se notan incluso en los estudios científicos y en la prensa en el escaso margen de un año. Y aquí viene la prueba, porque si los anteriores artículos son preocupantes, el que acabo de leer (de agosto de este año, El desastre de un mundo sin hielo) es demoledor. Se empieza hablando de los ríos europeos, que cada vez se hielan menos, tanto en extensión como en duración temporal, para continuar hablando del Ártico y de un preocupante fenómeno que se da allí:

«Pero en esta región del planeta el calentamiento es más acusado: se produce un fenómeno conocido como amplificación ártica. Simplificando, el calentamiento es aquí comparativamente mayor (hasta tres veces) que en el resto del hemisferio norte. El hielo derretido expone amplias zonas de aguas abiertas que absorben un extra de radiación solar. En paralelo, al haber menos hielo, éste refleja menor porción de radiación, lo que acaba retroalimentando el proceso. La consecuencia más reciente la han observado los satélites de la NASA. Los inviernos de 2015, 2016, 2017 y este pasado, la porción helada del océano Ártico ha sido la menor desde que hay satélites».

“El calentamiento significa que se formará menos hielo y se derretirá más, pero también, al haber menos, se refleja menos radiación solar incidente y esto contribuye al calentamiento”, puntualiza la investigadora climática de la NASA, Claire Parkinson.

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Se sigue hablando de otras cuestiones, como por ejemplo del tráfico marítimo que se generará o se está ya iniciando en pasos hasta ahora permanentemente helados. Y si hasta ahora la Antártida parecía inmune o al menos resistir mejor el calentamiento global, el mazazo demoledor llega al final del artículo:

«Hasta no hace mucho la extensión de su hielo marino no dejaba de crecer mientras el acumulado sobre el continente se mantenía relativamente estable. En un continente tan inmenso (27,7 veces la extensión de España o 7 la de México) la dinámica es mucho más compleja que la del Ártico. En realidad hay tres grandes regiones antárticas: la península antártica, la más al oeste, la Antártida Occidental y la Oriental, que, desde un punto de vista geológico, bien podrían ser dos continentes diferentes. Hasta ahora, infinidad de estudios habían mostrado que las dos primeras perdían hielo de forma acelerada y algunos consideran que el proceso es irreversible. Sin embargo, la parte oriental, la más grande y la que por sí sola podría hacer que el nivel del mar se elevara en torno a 50 metros, seguía ganando hielo y, por tanto, tirando a la baja el nivel del mar. Eso ya se ha acabado. En junio pasado, 84 científicos de 44 organizaciones publicaron un estudio en Nature que confirma que la Antártida también está perdiendo más hielo del que gana. El trabajo estima que el deshielo antártico ha elevado el nivel del mar en 7,6 milímetros desde 1992. “Unos pocos milímetros al año pueden sumar un metro en 100 años”, recuerda la investigadora de la Universidad Técnica de Dinamarca y coautora de esta investigación, Valentina Barletta».

«El problema es que, aunque se empezaran a reducir las emisiones mañana mismo, el nivel del mar seguirá subiendo ya que los GEI [gases de efecto invernadero] acumulados en la atmósfera desde que empezamos a quemar el carbón al inicio de la Revolución Industrial seguirán calentando el planeta al menos hasta 2300», remacha un reciente estudio.

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Ante todo esto, casi no tengo palabras. Es desolador, la verdad es que me deja hecho polvo, y qué más da si no llego a verlo porque estaré criando malvas. Qué queréis que os diga, aunque no sea científico y aunque el deshielo total de la Antártida pudiera tardar hipotéticamente 5000 años, todo este asunto no me hace la más mínima gracia. Y añadiré que aunque pueda suponer para el lector un auténtico tostonazo leer una entrada tan larga, la intención de la misma —aparte de expresar concienciación y preocupación— es recopilar y ensamblar una parte de las informaciones existentes en la red para hacernos una idea del problema del calentamiento global. Desde luego está lejos de ser un estudio o una especie de ensayo, pues carezco de la formación académica, los conocimientos o los medios para llevarlo a cabo.

Creo que después de este extenso y doloroso inciso podemos seguir narrando el argumento de The Day After Tomorrow

Después de la ruptura de la plataforma Larsen, Jack da una conferencia en la ONU donde presenta sus conclusiones: el calentamiento global se está acelerando. Poca gente le cree, y entre quienes no le creen se encuentra el vicepresidente de los Estados Unidos —un personaje en esta película que es una clarísima réplica de Dick Cheney, uno de los halcones de la administración Bush y oscuro eslabón con las multinacionales del petróleo—.

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Pero el profesor Terry Rapson (interpretado por el actor Ian Holm) sí cree en las teorías de Jack. Rapson telefonea poco después a Jack desde una estación de seguimiento en Escocia, para explicarle alarmado que una serie de boyas en el Atlántico Norte han detectado una bajada brutal de las temperaturas. Parece claro: el hielo polar se está fusionando e interrumpiendo la corriente de esa zona del océano. La película continúa mostrándonos una serie de eventos climatológicos muy virulentos en distintos puntos del planeta: el clima mundial parece haber enloquecido y quizá los hechos estén conectados. Poco después Rapson le presenta su modelo paleometeorológico, que muestra cómo los cambios climáticos provocaron la primera Edad de Hielo, y a partir de ahí Jack usa la computadora del Departamento de Climatología de Estados Unidos para elaborar un modelo matemático y climatológico que ayude a tener una previsión de lo que podría pasar en un futuro cercano. Pese a albergar algunas dudas cada vez parece estar más claro lo que puede suceder, extremo que es confirmado por la Estación Espacial Internacional: sus tres astronautas ven un enorme sistema de tormenta que atraviesa el hemisferio Norte. Desde el espacio se puede observar la formación de tres tormentas con forma de superhuracán. Este superhuracán provoca una bajada extrema de las temperaturas, congelando todo a su paso. En otras palabras, una glaciación afectará a todo el hemisferio norte terrestre, sepultando de hielo y nieve todo a su paso, haciendo caer el termómetro en picado y provocando la muerte de millones de seres humanos, de todos aquellos que no puedan huir o refugiarse a buen recaudo del frío. Y así sucede, una descomunal tormenta arrasa la mitad del planeta, durando entre 6 y 8 semanas. Incluso su propio hijo (interpretado por Jake Gyllenhaal) se ve atrapado en Nueva York, viéndose obligado a refugiarse en la Biblioteca Pública. Pasada la tormenta, la humanidad se enfrentará a una nueva glaciación, o como mínimo todos los habitantes del hemisferio norte. Todos los que pueden huyen o son evacuados, produciéndose una emigración masiva de estadounidenses hacia Méjico y países más cálidos; todo un mensaje en clave el que encierra la película, también irónico y aleccionador: una inmigración a la inversa de un país teóricamente más rico a otro teóricamente más pobre, y todo ello debido a la estupidez de sus gobernantes, que no han oído las advertencias de los científicos y han ignorado y desestimado toda la cuestión del cambio climático…

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Estas dos imágenes anteriores pertenecen a la película. Ahora vamos a jugar un poco, a un juego que me parece bastante inquietante. También voy a hacer dos preguntas que podrían y seguramente habrán dado para mucho debate: ¿es esta película exagerada? ¿es esta película profética en muchos sentidos, se la puede considerar así? Juguemos y observemos esto…

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¿De la película? No. Son imágenes satelitales del huracán Florence, un poderoso ciclón tropical de categoría 4 que se formó sobre el océano Atlántico y que tocó las costas estadounidenses y diversos estados en la primera quincena de este pasado mes de septiembre: con vientos máximos de hasta 220 km/h; dejó 53 víctimas mortales. En este enlace de infobae.com pueden verse unas fotos satelitales absolutamente escalofriantes, de verdad que me han dejado pasmado. «El huracán Florence es tan grande que solo pudimos fotografiarlo con un lente súper gran angular desde la Estación Espacial Internacional, a 400 km directamente sobre el ojo», afirmó el astronauta alemán Alexander Gerst desde dicha estación.

Claro, podrán aducir muchos —o algunos—, dos superhuracanes siempre se verán muy similares vistos desde el espacio, no importa que uno sea un producto de ficción de una película catastrofista. Sí, pero yo por lo menos no puedo dejar de pensar en o de ver la inquietante similitud…

Está bien… —hoy sigo escribiendo—, seamos rigurosos y no mezclemos las cosas ni nos confundamos: una cosa sería un superhuracán que cubre ni más ni menos que todo un hemisferio norte terrestre y otra muy distinta un huracán «normal» como puede ser el Florence, pese a que sea a su vez monstruoso. De acuerdo. Pero no es tan fácil ser riguroso, así que en aras de la reflexión voy a permitirme la licencia de seguir jugando a las similitudes y especulando. Ya sabemos, por otra parte, que internet es el ámbito perfecto para que circulen todo tipo de teorías (asombrosas, descabelladas, conspiranoicas, absurdas… ), estupideces, magufadas, especulaciones y un largo etcétera. Pero entre tanta paja también se cuentan verdades. Como ejemplo aquí va otro interesante dato, porque seguimos «analizando» lo que nos cuenta dicha película… El portal chileno portalnet.cl nos habla del hipercan («el posible nuevo tipo de ciclón tropical») y nos dice:

«En la palestra de casi todos los medios televisivos ha estado el eco de lo que ha venido siendo un desastre natural para los países del Caribe, los huracanes Irma, Katia y Jose. Y cierto es que desde hace sólo 2 años se han registrado los huracanes más poderosos de la historia; Patricia e Irma, con una categoría Saffir-Simpson F5, con un tamaño que superan a un país entero, dejando a su paso destrucción pura con vientos de más de 250 a 300 kilómetros/hora. Sin embargo, estos huracanes no serían más que un bizcocho de niños, comparado a lo que los científicos han denonimado Hipercan. Un Hipercan es un hipotético mega-huracán, y ya que dadas las condiciones para que solo en los últimos 2 años se hayan registrado los huracanes más poderosos de la historia, no estaría lejos de la realidad que aquellas condiciones se reuniesen aún con más fuerza y vertiginosidad en los próximos 50 años. La existencia de hipercanes fue propuesta por Emanuel Kerry en una serie de artículos publicados en los 90 en diversas revistas especializadas de geofísica y meteorología».

Inquietante, tan solo harían falta condiciones mucho más extremas para la formación de dichos monstruos (por ejemplo, el agua de los mares más caliente). Dicho artículo adjunta la siguiente imagen, apuntando acertadamente que aparece en la película que nos ocupa…

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(Imagen hipotética de la apariencia de un Hipercan. En este sentido, vemos 3 hipercanes abarcando 3 continentes enteros en la película «El día después de mañana»).

(Por cierto, digo yo que si huracán es palabra aguda y va acentuada, hipercan debería acentuarse igual… aunque lo he dejado tal y como lo han transcrito estos señores; quizá lo han tomado literalmente del inglés).

Muy bien, pues ahora veamos otra asombrosa «curiosidad» que uno puede encontrar por internet (porque a algunos no se les escapa detalle)…

the-day-after-tomorrow-2004-katia-rma-jose-september-6-2017-27611644Obvia decir, la parte inferior retrata tres huracanes perfectamente reales. De nuevo la similitud es pasmosa. No es de extrañar que muchos consideren la película de Emmerich profética. No olvidemos todo lo explicado antes: nos cuenta la ruptura de la plataforma Larsen, cuando la película es del 2004 y Larsen C se separó en el 2017. Es cierto, pudo «inspirarse» en el suceso de Larsen B, en el 2002. Y además, visto el estúpido y destructor comportamiento de la raza humana (y la existencia de esa grieta desde los 80), era fácil olerse una catástrofe mayor.

Pero no hemos terminado. Rescato ahora unas interesantes explicaciones referentes a la película, en un análisis de ésta hecho en la sección «Blogs» de «El País Semanal»:

«Al principio de esta magnífica película, Quaid expone una teoría fascinante: el calentamiento global dará lugar, en una primera fase, a un enfriamiento progresivo en algunas zonas del planeta, incluidos los Estados Unidos. Su explicación es que el agua fría y dulce de los polos, más pesada, terminaría provocando un cortocircuito en la corriente marina del Atlántico norte, que lleva el calor desde las zonas tropicales a las más templadas. Este cinturón de calor comienza con la famosa corriente del Golfo que termina transportando la energía hasta aguas del Atlántico. Proporciona un efecto que amortigua algo el clima más frío de los países del norte, que sería de otra forma bastante más duro. Y no es una invención. La teoría de Quaid está basada en un excelente trabajo de investigación publicado en la revista Nature. Así que Emmerich y sus asesores se documentaron bastante bien… »

Ahí tenemos otro detalle nada, nada tranquilizador: «basado en un excelente trabajo de investigación». Claro que después se añade de forma crítica y acertada:

«El propio Quaid explica al principio que su modelo predice cambios en 1000, o quizás hasta 10 000 años, y que en realidad “nadie lo sabe”. Claro que Emmerich lleva el asunto al extremo de toparse con una era glacial en cuestión de una semana, el tiempo cinematográfico de la película»

Yo diría que ni siquiera hace falta ser científico ni climatólogo para sacar esta conclusión: ¿qué pasaría si millones y millones de metros cúbicos de agua gélida y dulce, procedente del deshielo de los dos polos, son inyectados a los océanos y las corrientes marinas? Es de sentido común, las consecuencias pueden ser catastróficas y en cierto modo impredecibles. Ya no solamente nos enfrentamos a una cuestión del derretimiento de billones de toneladas de hielo (brutal) y a otra cuestión de la subida paulatina del nivel de los mares (brutal), sino también a la cuestión de la temperatura de las aguas y a la propia dinámica de los océanos… y su papel crucial en el clima mundial. A mí esto me da miedo solo de pensarlo.

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Las glaciaciones… o los períodos más fríos de lo habitual… no son algo tan raro. Si la última era glacial terminó hace unos 12 000 años, en realidad no hace tanto de eso. Pero tenemos otros períodos, en lo que parece una alternancia de frío y calor. Me refiero a lo que se conoce como la Pequeña Edad de Hielo: «un período frío que abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX. Puso fin a una era extraordinariamente calurosa llamada óptimo climático medieval (siglo X al XIV). Hubo tres mínimos: sobre 1650, alrededor de 1770 y hacia 1850». Es algo que francamente me sorprendió cuando me enteré de ello hace un tiempo, me pareció insólito. Sin embargo, pese a que la principal causa de este fenómeno parece resuelta por la ciencia, también jugaron un papel los océanos (es ahí donde quiero llegar). Leamos:

«El PEH es un período de clima frío que se produjo en Europa y América del Norte desde el año 1300 hasta la década de 1850. La Pequeña Edad de Hielo (Little Ice Age) corresponde a varias mínimas de temperaturas medias muy claras a esta época. 
En Europa, este fenómeno se acompaña de una serie de malas cosechas, hambrunas y desastres naturales. El comienzo exacto de la Pequeña Glaciación es bastante vago. 

No hay consenso científico sobre las fechas y las causas de la Pequeña Edad de Hielo. Para algunos científicos, las causas de la Pequeña Edad de Hielo sería menor radiación solar. Otros explican el fenómeno por las erupciones volcánicas que oscurecieron un poco la atmósfera. (…) Cuatro erupciones volcánicas, en el espacio de cincuenta años, serían responsables de este fenómeno. Polvos volcánicos que reflejan la radiación solar, de una manera sostenible, en realidad disminuyen el calor total recibido por la superficie de la Tierra. (…) Los efectos acumulativos de las descargas darían a luz a la Pequeña Edad de Hielo. Refrigeración, expansión del hielo marino, cambios de la circulación del agua y disminución del transporte de calor a la costa atlántica, este es el escenario más probable… ».

(En astronoo.com)

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(Río Támesis congelado en 1677)

«Desde el final de la Edad Media hasta casi acabado el siglo XIX, la Tierra pasó por un largo período de enfriamiento que los científicos denominan Pequeña Edad de Hielo, una época en la que pueblos alpinos quedaron arrasados por el avance imparable de los glaciares y los ciudadanos londinenses, aunque parezca increíble, podían patinar sobre el Támesis. (…) Comenzó repentinamente entre los años 1275 y 1300 d. C. tras sucederse cuatro erupciones volcánicas masivas en el trópico, unos episodios que duraron unos cincuenta años. La persistencia de veranos fríos tras las erupciones se explica por la posterior expansión del hielo marino y un debilitamiento de las corrientes del Atlántico relacionadas, según las simulaciones computacionales realizadas para el estudio… ».

Dicha investigación la realizó la Universidad de Colorado Boulder en EE. UU., dirigidos por Gifford Miller. También intervino una baja actividad solar durante ese período, algo reflejado en la escasez o incluso ausencia de manchas solares en algunos años. La relación no acaba de estar clara pero la ciencia sospecha que este tuvo que ser otro factor. A pesar de todo ello, las corrientes oceánicas y su papel en el clima, como en este ejemplo de la Pequeña Edad de Hielo, son mencionadas constantemente. «Las erupciones podrían haber provocado una reacción en cadena, afectando al hielo y a las corrientes oceánicas de una manera que disminuyó las temperaturas durante siglos», dice otro científico del equipo.

(En abc.es)

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Dicho todo esto, voy a poner sobre la mesa diversas piezas de un puzzle. La claridad y la contundencia de los siguientes textos y estudios son una vez más demoledoras y terroríficas, e infunden como mínimo bastante inquietud. Las piezas van a ensamblarse en un escenario nada halagüeño, como se verá…

«El océano Atlántico es un agente de importancia global en lo referente al clima, ya que de sus corrientes depende en buena medida el clima de los continentes ribereños. (…) El clima del océano Atlántico y sus tierras adyacentes está influido por las temperaturas de las aguas superficiales y las corrientes de agua, además de los vientos. Debido a la gran capacidad de los océanos de retener el calor, los climas marítimos son moderados y sin variaciones estacionales extremas. (…) Las corrientes oceánicas contribuyen al control climático transportando aguas cálidas y frías a otras regiones. Las tierras adyacentes están afectadas por los vientos que son enfriados o calentados cuando soplan sobre estas corrientes. La corriente del Golfo, por ejemplo, calienta la atmósfera de las islas británicas y el noroeste de Europa… ».

«La corriente del Golfo es una corriente oceánica que desplaza una gran masa de agua cálida procedente del golfo de México y que se dirige al Atlántico Norte. Es una corriente superficial (por la temperatura cálida de sus aguas) y disminuye gradualmente en profundidad y velocidad hasta prácticamente anularse a unos 100 m, cota donde la influencia del calentamiento por los rayos solares desaparece en la práctica. Tiene una anchura de más de 1000 km en gran parte de su larga trayectoria,​ lo que da una idea aproximada de la enorme cantidad de energía que transporta y de las consecuencias tan beneficiosas de la misma. Se desplaza a 1,8 m/s aproximadamente y su caudal es enorme: unos 80 millones de m³/s. La circulación de esta corriente asegura a Europa un clima cálido para la latitud en que se encuentra».

(Fuente: Wikipedia)

«El calentamiento del planeta podría sumir a Norteamérica y a Europa en una congelación profunda, probablemente en sólo unas pocas décadas.

Esta es una teoría que va ganando credibilidad entre muchos científicos que estudian el clima. La descongelación del hielo marino que cubre el Ártico podría alterar o incluso detener las grandes corrientes del Océano Atlántico. Sin el inmenso calor que proporcionan estas corrientes marinas —comparables a la producción de energía de un millón de centrales nucleares— la temperatura media europea podría descender de 5 a 10 grados centígrados (9 a 18 grados Fahrenheit), y algunas zonas de Norteamérica se enfriarían sólo un poco menos. Este cambio en la temperatura sería similar a las temperaturas medias del planeta hacia el final de la última era glacial… ».

«Algunos científicos creen que este cambio en las corrientes marinas puede surgir pronto, de un modo inesperado —en un período de tiempo tan corto como de 20 años— según Robert Gagosian, presidente y director de la Institución Oceanográfica Woods Hole. Otros dudan que esto llegara a ocurrir. Aun así, el Pentágono ha tomado nota. (…) «Es difícil predecir qué pasará realmente», advierte Donald Cavalieri, científico principal en el Centro Goddard de Vuelos Espaciales de NASA, «puesto que el Ártico y el Atlántico Norte son sistemas muy complejos, con muchas interacciones entre la tierra, el mar y la atmósfera». Los resultados de investigaciones recientes, sin embargo, sugieren que los cambios que estamos viendo en el Ártico podrían afectar potencialmente a las corrientes que calientan Europa del Este, y este hecho mantiene a mucha gente preocupada».

«La vista desde la órbita muestra claramente un descenso a largo plazo del hielo «eterno» del Océano Ártico (la parte que permanece congelada durante los meses cálidos de verano). Según un informe de 1992, de Josefino Comiso, científico del Clima en el Centro Goddard de Vuelos Espaciales de NASA, ese hielo ha estado disminuyendo desde el comienzo de las observaciones satelitales en 1978, a un promedio de un 9% por década. Los estudios con base en datos más recientes sitúan el índice en un 14% por década, sugiriendo que la desaparición del hielo del Océano Ártico se está acelerando».

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«Algunos científicos temen que el hielo que se funde en el Océano Ártico pueda verter una cantidad de agua dulce al Atlántico Norte suficiente como para interferir con las corrientes marinas. Parte de esta agua dulce procedería de la propia masa de hielo que se derrite, pero el principal contribuyente sería el aumento creciente de lluvia y nieve en la región. La capa de hielo que se contrae deja al descubierto una cantidad mayor de superficie oceánica, permitiendo que una mayor cantidad de humedad se evapore en la atmósfera y dé lugar a un mayor número de precipitaciones.

Debido a que el agua salada es más densa y pesada que la dulce, este «endulzamiento» del Atlántico Norte haría las capas superficiales más livianas o boyantes. Y esto es un problema, ya que el agua de la superficie necesita hundirse para impulsar un modelo primario de circulación oceánica conocido como el «Gran cinturón transportador». El agua que está a un nivel bajo con respecto a la superficie fluye a través del suelo oceánico hacia el ecuador, mientras que las aguas superficiales cálidas de las latitudes tropicales fluyen hacia arriba para reemplazar al agua que se hunde. De esta manera el transportador se mantiene activo. Un aumento en la cantidad de agua dulce podría evitar el hundimiento de las aguas superficiales del Atlántico Norte, disminuyendo o deteniendo esta circulación. (…)

Aunque una vez fue impensable, hoy en día la noción de que el clima puede cambiar rápidamente se está convirtiendo en una teoría respetable. En un informe del 2003, Robert Gagosian cita una «evidencia que avanza rápidamente (desde, por ejemplo, los anillos de los árboles y los núcleos del hielo) de que el clima de la Tierra cambió abrupta y enormemente en el pasado». Por ejemplo, mientras que el mundo se calentó al final de la última era glacial hace aproximadamente 13 000 años, las capas de hielo derretido parecían haber provocado un alto repentino en el transportador, devolviendo el mundo a un período de 1300 años de condiciones tipo era glacial… (…)

Mucho depende de la rapidez del calentamiento del Ártico. En sus modelos, un calentamiento más rápido podría cerrar por completo la principal corriente del Atlántico, mientras que un calentamiento más lento sólo provocaría una disminución de la velocidad de la corriente durante unos cuantos siglos.

Inevitablemente, la discusión apunta a los humanos. ¿La actividad industrial humana tiene mucho que ver con el calentamiento del Ártico? ¿Podríamos revertir la tendencia, si quisiéramos? No todos los científicos están de acuerdo. Algunos afirman que los cambios que están ocurriendo en el Ártico son consecuentes con los largos y lentos ciclos de comportamiento oceánico que la ciencia conoce. Otros ven un componente eminentemente humano.

Si el Gran cinturón transportador se detiene de pronto, no importará la causa. Los europeos estarán pensando en otras cosas, por ejemplo, cómo hacer que crezcan cultivos en la nieve».

(Artículo completo en ciencia.nasa.gov; la relevancia de estos informes es que están redactados en el 2004)

«Lo que poca gente sabe es que la razón del equilibrio climático no reside tanto en la atmósfera, sino en los océanos. Y algo está yendo mal. Para comprenderlo, empezaré por el principio.

A pesar de haber bautizado a nuestro planeta como Tierra, vivimos en uno azul, y así es visto desde el espacio. Lógico, ya que aproximadamente el 70% de su superficie está cubierta por el agua, representada en casi un 97% por los océanos. Por eso, tantísima radiación solar que recibe nuestro planeta debe influir sobremanera en ellos. Y en efecto, la energía solar mueve a los océanos de la misma manera que la atmósfera. En este sentido, océanos y atmósfera son parecidos, ambos fluidos y se rigen por leyes comunes. Sin embargo, ya notamos que son fluidos muy diferentes: el agua es prácticamente incompresible y unas mil veces más densa que el aire, lo que provoca que las corrientes oceánicas sean mucho más lentas y tengan mayor inercia que los vientos. Además, el aire apenas está confinado pero sí el agua oceánica debido a la existencia de los continentes.

Bien, bajo esta premisa, veremos que la forma en la que se calientan los diferentes puntos del océano influyen sobremanera en el clima global. El agua más fría se encuentra en los polos, ya que debido a la inclinación terrestre apenas les llega radiación solar. El agua fría y salina es muy pesada, por lo que en los polos se hunde y desciende hacia los fondos oceánicos hasta el ecuador. Esa gran corriente descendente libera una enorme cantidad de energía, alrededor de unos 600 millones de megavatios por segundo, que hace que la temperatura de Europa noroccidental sea entre 5 y 10 oC más elevada que si no se produjera este fenómeno. Además, en dicho descenso, el agua fría arrastra una parte importante de CO2 atmosférico en disolución, contribuyendo así a la disminución del efecto invernadero.

Como todos los mares y océanos de la Tierra están comunicados, una vez esas aguas llegan al Índico y Pacífico en latitudes tropicales, el agua se va calentando e incorporando aguas menos salinas. Pierden así densidad y emergen hasta varios centenares de metros de la superficie, dirigiéndose desde el Pacífico, pasando entre Australia y Asia, y el Índico hasta llegar finalmente al Atlántico Norte. 

Una vuelta completa de esta circulación oceánica tiene una duración de varios cientos de años. Una interrupción, incluso una ralentización, tendría efectos dramáticos sobre el clima global. A priori, según lo expuesto se deduce que una primera consecuencia sería un enfriamiento del hemisferio norte, especialmente de Europa, al no recibir el calor que se libera en la generación del agua profunda noratlántica.

Parece que en los últimos 100 000 años la circulación global se ha interrumpido varias veces. Hace 13 000 años estuvo interrumpida durante 200 años por un calentamiento del Ártico provocado por variaciones en el eje de rotación de la Tierra. Al recibir más calor el Ártico se fundió más hielo y esto disminuyó notablemente la salinidad y, por tanto, la densidad de las aguas, afectando la generación de la corriente profunda.

Ahora, dos estudios distintos publicados en Nature confirman que una de estas corrientes oceánicas, concretamente la del Golfo (ver imagen de arriba), se está debilitando. Concretamente, un 15% en mil años.

No obstante, aunque la conclusión es la misma, ambos estudios discrepan en cuándo empezó el proceso de estancamiento. Mientras unos relacionan el proceso con los últimos 150 años (y establecen una relación con las emisiones de CO2), los otros creen que el proceso empezó hace más de 1500 años y nuestra acción no ha hecho más que acelerarlo. Varios estudios confirman que el agua dulce que proviene de la fusión de la capa de hielo de Groenlandia probablemente sea la que esté perturbando la circulación. Con el agua del deshielo hay menos agua salina en la superficie, y ésta tiende a no hundirse, por lo que enfría más la Corriente del Golfo.

En cualquier caso, si la corriente sigue debilitándose podrían verse alterados los patrones climáticos de Estados Unidos, con un aumento más rápido del nivel del mar en su costa este, y también de Europa hasta el Sahel africano, llenando los inviernos de metros y metros de nieve y acentuando las olas de calor durante los veranos».

(Escrito por Mikel Rivero en la web masscience.com)

Ha quedado claro a qué nos enfrentamos. Pero para acabar de redondearlo que sea ni más ni menos Al Gore el que nos ilustre un poco más, desde el documental Una verdad incómoda («película documental del director Davis Guggenheim acerca de la campaña del exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore para educar a los ciudadanos sobre el calentamiento global a través de una exhaustiva presentación de diapositivas; desde su lanzamiento, se le ha atribuido el despertar la conciencia del público internacional sobre el cambio climático»).

Estamos en el 2018. Lo que explica Al Gore en el 2006, hace ya 12 años, es espeluznante respecto a las grandes masas heladas del planeta. No quiero ni pensar en los estragos en estos 12 años…

No puedo evitar hacer una mención. Es un detalle al que doy mucho valor y que me hace mucha ilusión. Hace unas semanas le comenté a Cristina mis intenciones al respecto de esta entrada. Ella, como bióloga marina que es, me señaló con muy buen criterio la importancia capital de la Corriente del Golfo, e hizo dos observaciones con las que no puedo estar más de acuerdo: «la mayoría de personas subestima el poder de la naturaleza» y «a veces se nos olvida aquello de que las 3/4 partes del planeta es agua salada».

A la vista de todo lo expuesto hasta ahora podemos volver a esa pregunta sobre la película: ¿es The Day After Tomorrow una película que peca de exagerada? Se puede considerar exagerada en muchos aspectos, claro que esto va a gusto del consumidor. Probablemente lo más exagerado es el tempo de los acontecimientos, el ritmo vertiginoso y la manera tan rápida y acelerada en que se consuma la tragedia, en esa cadena de causas y consecuencias: el calentamiento del planeta, el deshielo masivo, la formación de esa monstruosa tormenta, cómo golpea ésta y la posterior «edad de hielo» que se cierne sobre medio planeta. Claro que todo esto puede matizarse, y por lo menos en mi caso si empiezo a pensar en ello no lo encuentro tan exagerado. Además, cuenta como ya hemos visto con bastante fundamento científico, y como se dice en la película «nadie sabe lo que pasará». A fin de cuentas, un huracán se forma en cuestión de días, no se precisan ni siquiera meses para ello; y por otro lado esa alteración de las corrientes oceánicas también podría devenir muy rápida. Jamás nos hemos encontrado en esa situación en el estadio actual de la civilización (exceptuando quizá la mencionada Pequeña Edad de Hielo, donde la ciencia estaba en sus inicios). Ese componente de incertidumbre, de enfrentarnos a algo que no podemos predecir ni controlar, es algo muy inquietante. Está claro que el director usa el lenguaje cinematográfico y «de acción» buscando impactar más, y por ello comprime los plazos temporales presentándonos una catástrofe casi a toda velocidad. Pero… ¿quién nos asegura que no podrían producirse esos hechos en unos tempos y con una intensidad muy parecidos?

Se entiende por tanto perfectamente, en base a esas explicaciones científicas, que pese a ser una película que habla del calentamiento global «el malo» de la misma acabe siendo el frío extremo… Impresionante la siguiente escena, cuando todo se hiela —inclusive el aire— al paso de ese superhuracán (al parecer especialmente en su ojo). Quién sabe si acercándose a lo que se conoce como cero absoluto…

La otra cuestión es si este film puede considerarse profético. De nuevo se prestaría a multitud de matices, interpretaciones y opiniones. Muchas personas consideran que esta película es profética en muchos sentidos. Muchas de las cosas descritas y predichas se están cumpliendo en la realidad, aunque sea a un ritmo más lento. Por ejemplo, obvia decirlo, la ruptura de la plataforma Larsen, pero también la formación de huracanes cada vez más potentes y destructivos, o las olas de frío con nevadas y heladas pasmosas que han ocurrido no hace tanto tiempo tanto en los Estados Unidos como Canadá. Quizá para ser rigurosos hay que decir que estos acontecimientos apuntan hacia un cambio y radicalización del clima, mientras que la película ya nos muestra una situación realmente extrema de la que estamos en teoría «lejos».

Personalmente sí que la encuentro profética: no en el sentido de que las cosas, de pasar, fueran a pasar exactamente de la forma mostrada en la cinta, sino en el de que —una vez más— esa consecución de acontecimientos y concatenación de causas y efectos es perfectamente plausible. Aquí tenemos otra escena realmente impresionante. Es puro cine de catástrofes, eso está claro, y quizá es de nuevo otra de las escenas teóricamente más exageradas. La tormenta se cierne sobre Nueva York, pero en el aspecto de que el océano arremete contra la costa como si se tratara de una enorme pared de agua. Debo confesar que no acabé de entender esta escena, las causas que motivan este aparente tsunami (¿acaso un desprendimiento descomunal de hielo que provoca una onda brutal?). Algunas opiniones apuntan a que se trata simplemente de la crecida del mar que acompaña a ese huracán (storm surge en inglés). Parece muy peliculero, en efecto: la crecida de las aguas es brutal —como motivada por algo concreto, insisto—, mientras que el aumento actual del nivel de los mares parece paulatino y no abrupto. Esa es la teoría y yo no las tengo todas conmigo, pues ni los científicos pueden predecir qué y cómo pasará… Claro que en la película ya no simplemente se pinta un «calentamiento», sino la afectación de los mares, de los hielos, del clima, de las corrientes, de posibles huracanes. Espeluznante en todo caso…

Para concluir y dejar atrás ya la película —que desde luego no es la protagonista de esta entrada— ahí van dos reflexiones. La primera, que pese a sus posibles exageraciones, inexactitudes y golpes de efecto dramáticos, me parece una herramienta magnífica para la reflexión, simplemente empleando el lenguaje cinematográfico. Y la segunda, que pese a su evidente valor —para mí— hay una cuestión de fondo, una razón aún más poderosa que es la que me ha llevado a hablar de ella y a recordarla todos estos años; en la película subyace una idea muy perversa, que no es otra que la sucesión de acontecimientos, de causas y efectos, ese brutal efecto dominó en el clima global, pero sucediendo a un ritmo acelerado y en esencia superando las predicciones y estimaciones de la ciencia. Quizá llegue un momento en el cual las condiciones empeoren tanto que la cosa se desboque completamente en todos los sentidos, también en el de los plazos. De nuevo, la pregunta: ¿es exagerada? Pues para mí no tanto, y no lo digo por capricho. Volvamos a poner sobre la mesa algunos datos reales: el ritmo al que se están derritiendo las masas polares ya supera las predicciones iniciales. El ritmo en que está subiendo el nivel de los mares ya supera las predicciones iniciales. Y el ritmo al que están subiendo las temperaturas ya supera las predicciones iniciales, puesto que se alcanzará antes de lo previsto ese aumento global de 1,5 grados y probablemente de 2. En la realidad en la que vivimos, los hechos superan, como dice el dicho y en este caso concreto, no la ficción sino la ciencia ficción estimativa. En fin… ¿acaso no es esto lo que está planteando la película, aunque esta tenga su propia trama? Esto combinado con ese efecto dominó donde todo se precipita: esta es la idea perversa e inquietante de la cinta… Por estas razones merecía un papel destacado en esta entrada y por estas razones ando tan «mosqueado».

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Pero el problema del calentamiento global es tan grave, vasto y complejo, y las consecuencias derivadas tan numerosas, que desde luego no van a ser expuestas en esta entrada, porque entonces esto se convertiría en algo equivalente a un «informe» o una relación de cientos de páginas. Sin embargo uno lee y lee y lee y las aristas de esta cuestión se antojan interminables y muy preocupantes…

«… se denuncia un calentamiento de las aguas de la Tierra en consonancia con la subida general de las temperaturas del planeta. No se calientan sólo las aguas de superficie, sino que también las más profundas, un hecho nuevo y potencialmente muy desestabilizador para el equilibrio térmico. (…)

La fuerte relación entre el calentamiento de la atmósfera y el de los océanos es consecuencia de los mecanismos que regulan la eliminación del CO2, uno de los responsables del efecto invernadero. El aumento de dióxido de carbono significa agua más ácida, con repercusiones directas, por ejemplo, hacia aquellos organismos que se construyen un caparazón calcáreo y que lo tendrán cada vez más complicado. (…)

Según varios estudios, la cantidad de CO2 liberada en la atmósfera desde la revolución industrial hasta hoy habría tenido que causar un aumento en la temperatura atmosférica más alto de lo registrado. ¿Donde estaría ese calor que falta? En los océanos. Se estima que las masas oceánicas hayan almacenado hasta el 50% del calor producido por la humanidad en toda su historia. En cierto sentido, se puede decir que los mares nos están advirtiendo y que aguas más cálidas anuncian un futuro tórrido».

(En La Vanguardia)

«En unas pocas décadas, la mayor parte de la ciudad de Miami, Florida, acabará sumergida por las aguas del Océano Atlántico. Muchas otras ciudades costeras, como las de Bangladesh, terminarán bajo el agua en un proceso que los científicos ya consideran inevitable, incluso si dejáramos de quemar combustibles fósiles en la próxima década.

Las Naciones Unidas esperan que el aumento de la temperatura media mundial sea de 4 °C a principios del próximo siglo. El acuerdo de París intentaba poner un límite de 2 grados, pero los EE. UU. del Presidente Trump ya se han desmarcado. La última vez que la Tierra tuvo cuatro grados más de temperatura media, los océanos eran decenas de metros más altos. Ya ha ocurrido y puede volver a ocurrir.

Se estima que hasta ahora en nuestro planeta ha habido cinco extinciones masivas, que borraron gran parte del progreso evolutivo de las especies animales y vegetales. Hace 252 millones de años una mayor cantidad de dióxido de carbono causó una subida de las temperaturas de unos 5 °C, con un fenómeno que se autoalimentó gracias a la emisión de grandes cantidades de metano del Ártico, justo después de la disolución de permafrost y hielo.

Aquel cambio climático fue tan devastador y repentino que determinó el fin del 97 por ciento de la vida en nuestro planeta. Ya estamos avisados, pero tal vez no sea suficiente».

(En La Vanguardia)

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Burbujas de metano emergiendo del fondo del océano

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(Sigo escribiendo hoy, 14 de noviembre. Nos golpean las noticias de los devastadores incendios en California. 48 muertos ya y 200 desaparecidos. Otra consecuencia más del calentamiento global. Extrema sequedad en el ambiente, en los bosques y vegetación, dramática escasez de lluvias, vientos fortísimos. Aunque esos vientos fuertes y secos procedentes del desierto son un fenómeno natural habitual en esta época del año… «desde finales de 2017, California se ha dado cuenta de que los incendios se han hecho cada vez mayores y más destructivos. Los fuegos baten récords en pocos meses. El gobernador del Estado, Jerry Brown, llamó a esta situación “la nueva normalidad” el pasado diciembre. (…) El consenso científico es que California está sufriendo las consecuencias del cambio climático pero más a largo plazo. Estos fuegos se producen después de que hubiera cinco años de grave sequía… »(Aquí). Y no es la primera vez que California se ve azotada por el fuego últimamente. Como lo han sido también Australia o Grecia y Portugal en fechas más recientes. Sequía, temperaturas altísimas… este planeta ya parece un horno por momentos y estos incendios no hacen sino agravar más el calentamiento y la polución).

Sí, el metano en las zonas polares, en la tundra y en el fondo de los océanos y su posible liberación a la atmósfera… Leí sobre ello hace unos años y me alarmó muchísimo. Hablemos del metano…

«Una nueva investigación liderada por la NASA revela que el permafrost del Ártico y la liberación de gases de efecto invernadero a la atmósfera podrían acelerarse por un proceso conocido como ‘descongelación abrupta’. El fenómeno ocurre en ciertos tipos de lagos árticos conocidos como lagos termokarst o lagos de colapso.

Las conclusiones de la investigación, que se ha publicado en Nature Communications, son una advertencia de que el proceso implicaría que se liberase a la atmósfera el metano contenido en el interior del permafrost, capas de hielo ártico que nunca se derriten, a mediados del siglo XXI. Ese metano no se tiene en cuenta a la hora de calcular cómo será el clima en el futuro, por lo que este podría ser peor de lo esperado.

Los parajes helados del Ártico son la reserva natural de carbono orgánico más grande del planeta. El día que su hielo se derrita, los microbios de su interior podrán convertir ese carbono en CO2 y en metano, que más tarde ascenderán a la atmósfera y agravarán el calentamiento global, explica la NASA en su página web.

La investigación la ha liderado Walter Anthony, de la Universidad de Alaska. (…) Su equipo (…) combinó modelos por ordenador y mediciones de campo para descubrir que el descongelamiento abrupto duplica las estimaciones previas de efecto invernadero derivado del permafrost. También aumenta la cantidad de carbono que se libera y que se encuentra almacenado en el suelo, entre 125 y 190% comparado con la descongelación gradual.

El permafrost del Ártico es hielo que dura todo el año. Puede llegar a medir hasta 80 metros de profundidad y, debido a la acción del hombre y al calentamiento de la atmósfera que de ella se deriva, se está derritiendo. El proceso, explica la NASA, descompone la materia orgánica del suelo ártico y los microbios se comen el carbono almacenado, de unos 2000 y    43 000 años de antigüedad».

(En mundo.sputniknews.com)

«Una investigación llevada a cabo por la NASA reveló que en los próximos dos siglos prácticamente todo el permahielo —capa de suelo permanentemente congelada— en Siberia y Alaska comenzará a derretirse repentinamente, lo que causará la liberación de una cantidad récord de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

De acuerdo con el estudio, liderado por el científico Nicholas Parazoo (…) la continua descongelación del permafrost en el norte del Ártico hará que, para el año 2300, las emisiones totales de carbono de esta región sean 10 veces mayores que todas las emisiones de combustibles fósiles producidas por los humanos en 2016.

El descubrimiento de que la región más fría debe descongelarse antes que la más cálida ha sido una sorpresa para los científicos. (…) «El permafrost en el sur de Alaska y en el sur de Siberia ya se está descongelando, por lo que obviamente es más vulnerable. Parte del permafrost más frío y estable en las latitudes más altas de Alaska y Siberia parecía estar resguardada del cambio climático extremo y no esperábamos mucho impacto en los próximos doscientos años», destacó Parazoo.

El permafrost, también conocido como permahielo, es un suelo que ha permanecido congelado durante años o incluso siglos bajo la capa superior del suelo. Contiene material orgánico rico en carbono, como hojas, que se congelaron sin descomponerse.

A medida que el aumento de la temperatura del aire en el Ártico hace que el permafrost se descongele, el material orgánico se descompone y libera su carbono a la atmósfera en forma de gases de efecto invernadero: dióxido de carbono y metano».

(En mundo.sputniknews.com)

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Los lagos de colapso: lagos burbujeantes de metano

Si uno se pone a buscar en internet, los artículos de divulgación advirtiendo de esa liberación de metano por ejemplo en el Ártico y en general en el permafrost son prácticamente interminables. No quiero abrumar con ello, aunque probablemente lo estaré haciendo. Aporto nuevos extractos simplemente porque creo que el disponer de más información es el objetivo básico que me mueve. Así que aquí tenemos otro ejemplo…

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Esta imagen viene acompañada del siguiente texto, en tendencias21.net:

«Científicos noruegos han descubierto más de 600 filtraciones de metano en el Mar de Barents, procedentes de centenares de cráteres que tienen hasta un kilómetro de diámetro y 30 metros de profundidad. Algunas de sus llamaradas llegan casi a la superficie del mar. Estos cráteres, situados a 390 metros de profundidad, pueden explotar por el calentamiento del océano, liberar toneladas de metano a la atmósfera y precipitar el calentamiento global. (…)

Centenares de cráteres a lo largo de los fondos del mar de Barents, en el océano Ártico, algunos de los cuales tienen un kilómetro de diámetro y 30 metros de profundidad, y que están a punto de explotar, han sido descubiertos por un equipo de científicos noruegos. (…) Lo que han descubierto estas nuevas observaciones es que los cráteres muestran unas protuberancias llenas de metano que se desprenden del centro de cada montículo. (…) 

El metano se está filtrando lentamente desde el subsuelo a través de grietas en el fondo marino, pero debido al cambio climático y al aumento de la temperatura marina, los montículos podrían explotar, emitiendo enormes cantidades de metano desde el fondo marino del mar de Barents, advierten los científicos. (…)

El mar de Barents es uno de los sitios de filtración de metano más activos que los investigadores han identificado en el Océano Ártico, llegando algunas de sus llamaradas casi a la superficie del mar, señalan en su artículo. (…) Un pequeño cambio en la temperatura del océano, algo que ya está ocurriendo, podría alterar este equilibrio y causar la explosión de estos montículos helados, un desastre cuyas consecuencias son impredecibles. Hay que tener en cuenta al respecto que el Ártico se está calentado dos veces más rápido que el resto del planeta. (…)

Si el metano se liberara de sus actuales depósitos como consecuencia del calentamiento global, provocaría una alteración del medio ambiente de los océanos y de la atmósfera de la Tierra similar a la que originó una extinción masiva hace aproximadamente 250 millones de años, o similar también al brusco cambio climático que marcó el fin del Paleoceno y el inicio del Eoceno, hace 55,8 millones de años».

(Absolutamente brutal y acojonante. La noticia data de junio del 2017; esa imagen en colores es una representación infográfica de los cráteres que se formaron hace unos 12 000 años en el fondo del mar de Barents. El metano explotó y los formó; es decir, esto ya ha ocurrido y ha sido documentado por estos científicos).

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Hoy, 15 de noviembre, me asaltan las dudas. Muchas dudas. Hablar o escribir del calentamiento global es algo que muy probablemente me viene grande, muy grande. Ni soy científico ni tengo la formación académica o técnica necesaria, como he señalado antes. No pretendo dármelas de enterado ni de sabio. Tan solo intento recopilar información sobre este complejo problema y presentar una visión de conjunto bastante superficial. Es obvio que explicar con detalle cada una de las aristas del cambio climático supondría textos muy largos y multitud de enlaces, cosa no imposible pero sí inviable si uno no quiere que la entrada se convierta en virtualmente inacabable. Pero me asaltan las dudas. Escribir sobre todo esto en un blog eminentemente musical es hasta cierto punto «ridículo» y está fuera de lugar. Y me han asaltado las dudas porque he dado con cierto blog (de pura casualidad, a través de una imagen). El nivel científico, de precisión y rigor de esta bitácora es pasmoso, y es por eso que me he sentido ridículo y un mero aficionado, un simple ciudadano que expresa su visión del asunto, sus impresiones y preocupaciones. Reitero, sería absurdo por mi parte intentar dar una visión científica de esta problemática, además de que no es mi intención.

Pero bienvenido el descubrimiento de este blog, porque creo que toca el quid de la dolorosa cuestión, llega hasta el fondo, hasta los aspectos clave o más importantes, haciendo además las preguntas pertinentes, también absolutamente fundamentales. Como decimos en catalán, y en el caso de este blog, arriba fins el moll de l’os (llega hasta el fondo de la cuestión, hasta lo fundamental, literalmente «el tuétano o la médula ósea»). El nombre del blog es USTED NO SE LO CREE («Divulgación científica y comunicación sobre cambio climático y escasez energética: una visión multidisciplinar»).

Y volviendo a mi caso particular… ¿qué voy a hacer ahora con esta entrada? ¿borrarla, desestimar la idea de escribir sobre esto? No, ya que lo decidí y empecé, voy a terminarla y publicarla. No soy climatólogo, ni biólogo, ni químico, ni geólogo, ni siquiera un profesor universitario. ¿Y qué… ? La intención no es parir un informe científico, para eso ya están los del gremio, y yo me estoy nutriendo de ello, y de los medios de comunicación.

Volvamos a las emisiones de metano y en este caso en el permafrost ártico o siberiano, no solamente desde el fondo de los mares (que en líneas generales sería posterior y un proceso mucho más lento; aunque justamente en las aguas de las zonas árticas, como acabamos de ver, es un fenómeno alarmante que ya se está dando). Esto no es alarmismo barato; no es una magufada; no es palabrería; no es una fantasmada, bluff o farol. Ferran P. Vilar nos habla desde ello en su blog. Ferran es Ingeniero Superior de Telecomunicación titulado y periodista científico. Dedicado en los últimos años de su vida a analizar el cambio climático desde múltiples ángulos. («Mantengo la convicción de que el sistema mediático convencional y el sistema económico son estructuralmente incapaces de informar de forma adecuada y de afrontar el reto del cambio climático y la escasez energética con eficacia ética suficiente. Y que es muy posible que hayamos superado ya puntos de no retorno»).

Joder —con perdón— que vaya pedazo de descubrimiento que he hecho. Dentro de la «desgracia» casi me siento «contento» (por lo menos creo que estaré bien informado). Es normal que habiendo descubierto semejante blog con tal nivel de rigor me hayan entrado todas las dudas habidas y por haber.

Ferran nos habla del permafrost y del metano. En un artículo —y eso duele muchísimo— ni más ni menos que… ¡¡del 2011!!. Mucho ha llovido desde entonces, o para nuestra desgracia hay que decir que mucho hielo se ha derretido, o mucho metano se ha escapado. Vamos allá. Título más que explícito. Esto va a doler, como dijo Hannibal Lecter antes de cortarse una mano en Hannibal

(Las emisiones de CO2 y metano del permafrost ártico ya se han iniciado y serán netas en los años 2020. El proceso es irreversible)

«En abril de 2009, Amanda Leigh Mascarelli se preguntaba en Nature Reports Climate Change, filial de Nature, la revista científica de mayor impacto y prestigio mundial por el ‘gigante durmiente’ presente tanto en los fondos marinos del Ártico, en forma de hidratos de metano, como en las zonas continentales más septentrionales, en forma de permafrost, que es la vegetación que se congeló durante, o hasta, la última edad de hielo, hace unos 20 000 años, y que se encuentra entre 0 y 6 m de profundidad. Este permafrost ocupa cerca del 16% de la superficie terrestre del planeta y contiene nada menos que 1,672 Tt (teratoneladas, o billones de toneladas) de carbono, una cantidad similar a todo el carbono contenido actualmente presente en la atmósfera. (…)

La emisión neta de metano y dióxido de carbono por fusión y descomposición del permafrost supone el peor de los escenarios imaginables, sólo precedido en severidad por la erupción de los hidratos de metano del fondo marino, que en todo caso se produciría, masivamente, después. Significa la constatación práctica de haber perdido todo control humano sobre el ciclo del carbono y el comportamiento en el tiempo (dinámica) del sistema climático en su conjunto. Sería el momento en que tendríamos la prueba definitiva de que el sistema climático de la Tierra estará ya basculando hacia un nuevo estado».

Aquí voy a hacer un inciso personal, pues he pensado algo esta tarde. He pensado que quizá a veces no nos paramos a pensar, analizar, reflexionar o meditar sobre el verdadero y profundo significado implícito en ciertas definiciones: «cambio climático»… eso significa que el clima global va a cambiar (ya está cambiando, desde hace tiempo) y no de una forma suave, sutil o moderada (y por consiguiente soportable) sino de forma severa, quizá cada vez menos paulatina y sí más abrupta. Como en el caso de la película que hemos analizado hace rato, la naturaleza simplemente busca los mecanismos de compensación para intentar volver a cierto «equilibrio»; se reajustan esos enormes flujos de energía y termodinámicos. Simplemente, sigue las leyes de la física (y si tiene que aplastarnos o supone nuestra práctica extinción pues… demasiadas cosquillas le hemos hecho a Gaia, y va a estornudar). Sigamos…

«Esta emisión de gases de efecto invernadero por parte del permafrost del Ártico se produce debido al fenómeno de la amplificación polar según el cual, dada una perturbación del sistema como la que hemos producido, los polos se calientan mucho más que el promedio del planeta. Se dan por lo menos tres fenómenos de retroalimentación positiva:

  1. Uno es la fusión del hielo oceánico, que va reduciendo su superficie blanca reflectora en favor de superficie oscura marina que, por lo tanto, absorbe más calor procedente de la radiación solar. Es la denominada retroalimentación hielo-albedo, responsable principal, a su vez, del efecto de amplificación polar.
  2. Otro es la fusión del permafrost, que hoy nos ocupa: al superarse allí los 0 ºC (aproximadamente) se inicia su fusión, emitiéndose dióxido de carbono y gas metano a la atmósfera en su descomposición ulterior. Esta emisión supone un mayor efecto invernadero y por tanto mayor temperatura, lo que a su vez acelera la fusión y descomposición en la denominada retroalimentación del sistema climático con el ciclo del carbono.
  3. El tercero es la emersión del metano contenido en los fondos oceánicos presentes actualmente en forma de hidratos de metano congelados, y cuya fusión es debida al aumento de temperatura del océano. Ello produce el mismo tipo de retroalimentación positiva que el permafrost, pero incluso peor, dado que el metano tiene un poder invernadero entre 25 y 100 veces el del dióxido de carbono, según el intervalo de tiempo que se considere.

(Hago otro inciso para indicar que esa retroalimentación positiva es una manera técnica de expresar la idea de «un círculo vicioso», es decir, un proceso que se alimenta y amplifica a sí mismo; las causas producen efectos y estos agravan aún más las causas y otros efectos, y así sucesivamente).

«Estos tres efectos, que se producen se forma sucesiva aunque con cierto solapamiento, constituyen el mecanismo del cambio climático desbocado. (…)

La revista académica Tellus B, editada por el instituto de meteorología de Suecia, acaba de publicar un importante paper de investigación (…):

“La fusión y la emisión del carbono actualmente congelado en el permafrost aumentará la concentración atmosférica de CO2 y amplificará el calentamiento de la superficie para iniciar una retroalimentación positiva del carbono del permafrost (permafrost carbon feedback, PCF)… Predecimos que el PCF cambiará el Ártico desde el estado de sumidero de carbono al de fuente de carbono a partir de la mitad de los años 2020, y es lo suficientemente intenso como para cancelar el 42-88% de todos los sumideros de carbono terrestres. La fusión y descomposición del permafrost es irreversible”.

Y según cuatro investigadores del prestigioso National Snow and Ice Data Center de la Universidad de Colorado:

“[Nuestra] estimación puede ser conservadora, puesto que no tiene en cuenta el calentamiento amplificado de la superficie debido al propio PCF”.

Sigue el artículo (que es muchísimo más denso y extenso; he suprimido también los enlaces que intercala a anteriores entradas o explicaciones) para analizar de forma bastante técnica cómo se están subestimando los efectos nocivos de estos procesos, pues justamente se retroalimentan. Esto es interesante pues se aprovecha para hacer una crítica:

«Han calculado en qué momento se iniciará la emisión neta y cuánto carbono será emitido a la atmósfera en los próximos 200 años, pero sin tener en cuenta el incremento adicional de temperatura que esa emisión neta de carbono, suplementaria a la antropogénica, va a producir. Es decir: han calculado el PCF pero no sus efectos. Y es suplementaria, adicional, porque los escenarios (y sus resultados) del moderado IPCC no contemplan los efectos de la realimentación del sistema climático con el ciclo de carbono, aun cuando se trata del punto más débil. (…)

Según estos autores, la zona actúa todavía como sumidero neto. Pero nos dicen también que dejará de serlo muy pronto, y sabemos que esta situación no está contemplada en los análisis del IPCC, que son los que se toman como referencia en la acción política». 

Más que suficiente con esto, porque es brutal y demoledor, y tan lejano como del 2011, no del 2017 o de este año. Todavía dos últimas fuentes, para que se vea que esto va muy en serio, y que pese a ser un escenario hipotético, la ciencia ya está encontrando preocupantes indicios. En otro artículo realmente completísimo y muy detallado en otro blog (PERMAFROST) se nos cuenta:

«La descongelación de la “tundra ártica” probablemente acelerará el cambio climático durante al menos un siglo. A medida que se vaya derritiendo el “permafrost” se irán formando lagos que emitirán “metano”, gas de potente efecto invernadero que puede constituirse en protagonista de dicho cambio climático.

Hasta hace poco se pensaba que si el calentamiento medio, global, se mantenía por debajo de los dos grados Celsius podrían evitarse efectos devastadores como una elevación catastrófica del nivel del mar. Investigaciones recientes, sin embargo, indican que tres mecanismos de retroalimentación podrían abocar al planeta a un cambio climático abrupto, incluso antes de llegar al límite de los mencionados dos grados.

Dichos mecanismos corresponden a la “pérdida global de hielo”, los “cambios que ello induce en las corrientes de circulación oceánica” y las “emisiones de metano y dióxido de carbono provocadas por el deshielo del permafrost”. Todo lo anterior podría acelerar el calentamiento, desestabilizar el tiempo meteorológico, causar incendios masivos y desencadenar otros desastres ecológicos, como plagas de insectos o la aparición de nuevos virus y bacterias.

Las expediciones científicas nos ayudan a comprender en qué medida se funde el “permafrost”, el suelo permanentemente congelado en el Ártico, en Siberia y otras zonas del norte y la cantidad de metano que se generaría en el proceso. El metano, como ya hemos dicho, es un gas de potente efecto invernadero: retiene 25 veces más calor que el dióxido de carbono. El “permafrost” se compone de material rocoso, suelo congelado y hielo. Su calentamiento implica su descongelación, no su derretimiento. Se ablanda sin volverse líquido. Cuando el “permafrost” se descongela, los microorganismos previamente congelados se reactivan y descomponen los restos de plantas y animales que se han acumulado en el suelo a lo largo de cientos y miles de años. Como resultado, se liberan dióxido de carbono y metano.

Las regiones de permafrost que rodean la parte norte del planeta contienen tal volumen de materia orgánica que la liberación de una simple fracción de ella en forma de “gases de efecto invernadero” aceleraría drásticamente el cambio climático.

Los cambios en el permafrost resultan preocupantes porque el suelo congelado, que ocupa el 20 por ciento de la superficie de la Tierra, almacena, solo en las decenas de metros más externas, cerca de 950 000 millones de toneladas de carbono (el permafrost continúa centenares de metros abajo). El carbono retenido se halla en forma de restos de plantas y animales muertos y se ha acumulado en el transcurso de decenas de miles de años. Mientras permanezca congelado en los numerosos lagos, o bajo los mismos, estará separado de forma segura de la atmósfera. (…)

Ahora, las «imágenes de satélite» registradas en las últimas décadas sugieren que el deshielo del permafrost podría estar acelerándose. Los registros recabados coinciden con las «estaciones de monitorización» que se han instalado en Alaska y Siberia, donde la temperatura del permafrost ha aumentado desde principios de los años setenta.

Las observaciones actuales respaldan la hipótesis de que el deshielo se acelera e indican que las emisiones podrían ser mucho mayores de lo que se había previsto. Según las estimaciones actuales, hacia 2100 el “deshielo del permafrost” podría aumentar las emisiones de metano más allá de lo que lo harían el conjunto de las demás fuentes naturales o humanas. Si se liberaran los depósitos de metano más profundo, como los “hidratos de metano”, nos encontraríamos en una situación muy grave, pues la temperatura media se elevaría varios grados. No hay más solución que ralentizar la tasa de calentamiento de forma contundente.

Por lo tanto, el permafrost no es el único punto de interés por lo que al metano se refiere. Grandes cantidades de ese gas se encuentran atrapadas en celdas de hielo a cientos de metros de profundidad, bajo la tierra y bajo el fondo del mar. Si esos “hidratos de metano” se fundieran y se liberaran a la atmósfera alguna vez, se podría producir un repentino cambio climático. Los datos obtenidos de los sedimentos del fondo marino sugieren que un acontecimiento de este tipo, alimentado por una subida brusca de la temperatura del océano, podría haber ocurrido hace 55 millones de años».

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Afloramiento de permafrost

(Recomiendo también otra formidable entrada en el mismo blog, que ayuda a entender las causas de esa no tan lejana ola de frío polar en Norteamérica y las extremas sequías en California, todo ello derivado de cambios en el flujo de aire del Ártico: ¿QUÉ ESTÁ OCURRIENDO EN EL ÁRTICO?)

«El deshielo de los polos es una de las consecuencias más visibles del cambio climático, pero ahora, además, puede ser partícipe de su aceleración. Un grupo de científicos estadounidenses han descubierto una nueva fuente de metano, uno de los gases de efecto invernadero más peligrosos, en áreas del Ártico donde el hielo oceánico se ha derretido.

El hallazgo, recientemente publicado en la revista Nature Geoscience, ha sido constatado tras varios vuelos de investigación sobre el Ártico, realizados en diferentes épocas del año. El metano emerge del océano a través de grietas aparecidas en el océano congelado. Anteriores investigaciones habían identificado un peligroso aumento de los niveles de metano en la costa norte de Siberia, donde el metano era expulsado desde el relativamente poco profundo lecho marino. Lo sorprendente del nuevo descubrimiento es que el metano aparece muy lejos de la costa, en el océano profundo, en zonas anteriormente cubiertas por completo de hielo. El problema es significativo, pues es de prever que surjan nuevas grietas a medida que se caliente el planeta, por lo que se liberará más metano y se calentará más el planeta. En definitiva: los polos podrían entrar en un círculo vicioso difícil de detener.

Eric Kort, investigador de la NASA participante en el estudio, ha explicado al diario británico The Independent cómo descubrieron el aumento en los niveles de metano: “Cuando volábamos sobre superficies oceánicas completamente sólidas no encontrábamos ninguna concentración de metano, pero cuando pasábamos por áreas donde el hielo oceánico se había derretido, o veíamos grietas en el hielo, registrábamos un aumento de éste. Nos sorprendió ver niveles tan altos de metano en latitudes tan elevadas. Nuestras observaciones apuntan a la superficie del océano como fuente, algo que no esperábamos”.

El equipo de Kort recorrió en avioneta un área situada aproximadamente 1500 km al norte de la costa de Alaska, y 550 km al sur del Polo Norte, donde encontraron niveles similares a los encontrados en Siberia».

(En elconfidencial.com; no solamente es preocupante lo que se cuenta, sino que la noticia esté fechada en el 2012)

Y por si todo esto fuera poco, se esconden otras terribles amenazas bajo los hielos eternos. El mercurio congelado…

«Más de 58 millones de litros de mercurio pueden estar enterrados en el permafrost del hemisferio norte, según un nuevo estudio publicado en la revista Geophysical Research Letters.

Es aproximadamente el doble del mercurio que se puede encontrar en el resto de los suelos, el océano y la atmósfera de la Tierra combinados. Y si las temperaturas globales continúan aumentando, todo ese mercurio podría salir derramando e intoxicando todo a su alrededor, señalan los científicos. (…)

Con el tiempo, los compuestos naturales en la atmósfera, como el mercurio y el dióxido de carbono, se pueden unir al material orgánico en el suelo y congelarse en el permafrost, quedando atrapados bajo tierra durante miles de años. (…)

«No habría problemas medioambientales si todo permaneciera congelado, pero sabemos que la Tierra se está calentando», dijo en un comunicado uno de los autores del estudio, Paul Schuster, hidrólogo del Servicio Geológico de Estados Unidos en Boulder (Colorado)».

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Existen también virus gigantes y bacterias congelados bajo los hielos, así que su hipotética reactivación podría conducir a posibles pandemias…

«Según los descubrimientos más recientes, el permafrost —capa del suelo permanentemente congelada— está atestado de virus gigantes de decenas de miles de años de edad que afectan las amebas.

Es por esto que surge la pregunta: ¿será posible que el Ártico, que se está calentando más rápido que otras regiones del planeta, contenga virus que afecten a los humanos? (…)

En Yakutia, Siberia, hallaron en 2014 dos familias de virus gigantes de 30 000 años en las muestras de terreno del permafrost. (…)

Los virus gigantes volvieron a exacerbar la cuestión de los peligros de las infecciones antiguas. Los científicos han recordado el brote de ántrax que ocurrió en 2016 en Chukotka, Rusia, después del deshielo de cuerpos de animales».

«El derretimiento de los glaciares, causado por el cambio climático, podría liberar bacterias que hasta hoy día están «durmiendo» entre los hielos durante millones de años y de ese modo «despertar» enfermedades mortales, alerta el microbiólogo francés Jean-Michel Claverie, de la Universidad de Aix-Marseille.

El biólogo evolutivo explica que ello se debe a que el permafrost (parte profunda del suelo permanentemente congelado) «es un buen conservador de los microbios y virus porque es frío, allí no hay oxígeno, y es oscuro».

«Los virus patógenos que pueden infectar a seres humanos o animales podrían estar preservados en las capas antiguas, incluyendo algunos que han causado epidemias globales en el pasado», dijo».

Estas tres noticias están recogidas y sintetizadas de la web mundo.sputniknews.com. ¿Es crear alarmismo innecesario o gratuito? Bien, lo cierto es que son amenazas que están ahí latentes, no son algo ficticio, y por lo tanto es bueno preocuparse y mantenerse alerta. Leemos en otro extenso artículo en bbc.com/mundo:

«¿Qué pasaría si de repente nos exponemos a bacterias y virus mortales que han estado «dormidos» durante miles de años, o que nunca antes hemos conocido?

El cambio climático está derritiendo los suelos del permafrost —la capa de suelo permanentemente congelada en las regiones polares—, liberando virus y bacterias antiguos que han permanecido latentes y vuelven a la vida.

En agosto de 2016, en un remoto rincón de la tundra siberiana llamada Península de Yamal, en el Círculo Polar Ártico, un niño de 12 años murió y al menos veinte personas fueron hospitalizadas después de haber sido infectadas por ántrax.

La teoría es que hace más de 75 años murió un reno infectado con la bacteria y su carcasa congelada quedó atrapada bajo una capa de permafrost.

Allí permaneció hasta una ola de calor en el verano de 2016, cuando se descongeló.

Esto liberó el ántrax infeccioso en el agua y el suelo cercanos, y luego en la cadena de suministro de alimentos. Más de 2000 renos se infectaron, lo que condujo a un reducido número de casos en humanos. Pero se teme que este no sea un caso aislado. (…)

Los científicos han descubierto fragmentos de ARN (ácido ribonucleico) del virus de la gripe española de 1918 en cadáveres enterrados en fosas comunes en la tundra de Alaska. La viruela y la peste bubónica también están probablemente enterradas en Siberia.

En un estudio de 2011, Boris Revich y Marina Podolnaya advirtieron: «Como consecuencia del derretimiento del permafrost, los vectores de infecciones mortales de los siglos XVIII y XIX pueden volver, especialmente cerca de los cementerios donde fueron enterradas las víctimas de estas infecciones».

Por ejemplo, en la década de 1890 hubo una importante epidemia de viruela en Siberia y una ciudad perdió hasta el 40% de su población».

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Un virus gigante (porque puede verse simplemente con un microscopio)

«Los cadáveres fueron sepultados bajo la capa superior de permafrost en las riberas del río Kolyma. 120 años después, los desbordamientos del Kolyma han comenzado a erosionar las riberas, y el derretimiento del permafrost ha acelerado este proceso de erosión.

En un estudio de 2014, un equipo liderado por Claverie revivió dos virus que habían quedado atrapados en el permafrost siberiano durante 30 000 años».

Aunque puedan parecer amenazas hipotéticas, estos organismos están ahí durmientes y podrían descongelarse y aflorar, con todo el peligro que conlleva. Sin embargo, como bien concluye dicho artículo, la amenaza de otras enfermedades más conocidas es otro de los aspectos del cambio climático, siendo mucha gente consciente de ello:

«A medida que la Tierra se calienta, los países septentrionales serán más susceptibles a brotes de enfermedades «meridionales» como la malaria, el cólera y el dengue, ya que estos patógenos prosperan a temperaturas más cálidas».

(Noticia de hoy 16 de noviembre: primer caso detectado de dengue autóctono en Cataluña, transmitido por el mosquito tigre; sexto caso en toda España).

Para finalizar con todo este espeluznante escaparate de calamidades (hay muchas más, es obvio… ), vamos a fijarnos en algo que se ha comentado de pasada en un par de artículos: la sustitución de los colores blanquecinos de la nieve y el hielo por colores mucho más oscuros del terreno que hay debajo, consecuencia del deshielo (marrón, ocre, verde… ) es también fatal y constituye otro de los factores que retroalimentan el excepcional calentamiento de las zonas polares. Ya que esas superficies blancas hacen de pantalla y la radiación solar rebota y sale reflejada, mientras que los colores más oscuros absorben la radiación solar mucho más eficientemente. Lo mismo es aplicable a la sustitución de las plataformas de hielo flotante por el azul del agua líquida —los océanos, ya se ha dicho, absorben ingentes cantidades de calor—. A esta propiedad de reflejar la luz solar se la conoce como albedo (también reflectancia), y al preocupante efecto que acabamos de describir como «disminución del efecto albedo»:

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«Una de las diversas consecuencias del calentamiento global es que el aumento de las temperaturas puede alterar el albedo de la Tierra, lo que a su vez puede provocar que el planeta se caliente más rápidamente. El albedo es el porcentaje de la radiación solar que llega a la Tierra y que se devuelve al espacio cuando se refleja en la superficie del planeta. El albedo promedio de la Tierra es de entre el 37 y el 39 por ciento (entre 0,37 y 0,39). Es decir, de toda la radiación que llega a la Tierra desde el Sol más de una tercera parte se refleja hacia el espacio.

El albedo se mide en una escala que va de 0 a 1. El valor 0 correspondería a un negro teórico capaz de absorber el 100 por cien de la radiación recibida. Por el contrario un blanco que refleje el 100 por cien de la radiación recibida tendría un 1 en la escala del albedo.

Un albedo alto enfría el planeta, porque la luz (radiación) absorbida y aprovechada para calentarlo es mínima. Por el contrario, un albedo bajo calienta el planeta, porque la mayor parte de la luz es absorbida por el mismo.

La presencia de agua en la Tierra crea una interesante realimentación positiva para el albedo, ya que las bajas temperaturas incrementan la cantidad de hielo sobre su superficie, lo que hace más blanco al planeta y aumenta su albedo, lo que a su vez enfría más el planeta, lo que crea nuevas cantidades de hielo; de esta manera, teóricamente al menos, podría llegarse al punto en que la Tierra entera se convertiría en una bola de nieve.

O podría llegarse al punto contrario. Según Popular Science los científicos investigan cómo el albedo de la Tierra cambia a lo largo del tiempo, y si su valor se reducirá debido al calentamiento global.

Si el albedo de la Tierra desciende el mismo principio que actualmente mantiene todo en equilibrio podría hacer que el mundo se calentase todavía a más velocidad en el futuro. El calentamiento global provoca que los glaciares reduzcan su superficie y que el hielo marino se derrita, exponiendo superficies oscuras y más absorbentes que reducen el albedo de la Tierra. Al mismo tiempo la contaminación en forma de hollín negro y gris se deposita sobre el hielo y lo vuelve más oscuro, y esto hace que el hielo absorba más calor del Sol y que se derrita más rápidamente.

En ese caso al reducirse el albedo de la Tierra el planeta absorbería un porcentaje mayor de la radiación solar recibida, lo que unido al efecto invernadero, aceleraría el aumento de las temperaturas».

(En microsiervos.com, una web con interesantes artículos sobre el cambio climático)

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«La palabra albedo proviene del latín “albus“, que significa luz blanca o color pálido. Aunque también puede referirse a la propiedad de iluminación del suelo y su atmósfera. (…)

La Tierra refleja parte de la radiación que recibe del Sol a través de tres actores principales: la atmósfera, las nubes y la superficie terrestre. La radiación reflejada por esta superficie terrestre es el albedo. Así pues, podemos decir que el albedo es la cantidad de radiación solar que es devuelta a la atmósfera tras chocar con la superficie terrestre.

La variación de albedo, es decir, la distinta cantidad de luz que es reflejada o absorbida se debe al color de la superficie que recibe los rayos. Dicha variación da lugar a dos efectos principales: el refrigerante o de enfriamiento (cuando la luz es reflejada) y el de calentamiento (cuando la luz es absorbida). Además, el albedo puede alterarse de forma natural, con la presencia de catástrofes, como los incendios forestales, los huracanes o las plagas».

(De Inside the Nature)

En mi búsqueda de más información sobre el albedo terrestre, he dado con otro artículo. No solamente es interesantísimo, sino que es absolutamente brutal, demoledor, clarificador y brillante. La capacidad de síntesis que muestra, de visión de conjunto de la coyuntura actual —y eso que se centra básicamente en la situación del Ártico, a la Antártida casi ni se la nombra— me hace incluirlo sobre la marcha, porque me ha dejado impactado. Algunos de sus párrafos, enormemente acertados, ilustran a la perfección todo lo que estoy intentando expresar en esta entrada; escrito por Peter Wadhams, catedrático de Física Oceánica en la Universidad de Cambridge (En EL PAÍS):

«En un pasado no lejano, el océano Ártico estaba cubierto de hielo todo el año (…)

La situación ha cambiado. Una superficie que en aquel entonces tenía 8 millones de kilómetros cuadrados en septiembre (periodo de mayor retroceso), hoy ha pasado a tener durante ese mes solo 3-4 millones de kilómetros cuadrados, y el espesor medio del hielo se ha reducido a la mitad, por lo que el hielo estival no tiene más que la cuarta parte del volumen que tenía en los años setenta del siglo pasado.

El calentamiento del Ártico está avanzando al doble o el triple de velocidad que en el resto del mundo, y eso está acelerando de tal modo la desaparición del hielo que acabará produciendo un verano sin nada de hielo a muy corto plazo, tal vez incluso el año próximo, dada la extraordinaria incapacidad del Ártico para volver a helarse que estamos viendo este invierno.

Las consecuencias de esa desaparición son dramáticas para el planeta. Cuando el hielo se derrite, el albedo —el porcentaje de radiación solar que la superficie terrestre refleja o devuelve a la atmósfera— cae del 0,6 al 0,1, con la consiguiente aceleración del calentamiento global. El motivo es que el hielo estival retrocede en una época en la que se está recibiendo mucha radiación del sol. Se calcula que el ritmo de desaparición del hielo está causando una disminución del albedo en todo el mundo que contribuye en un 25% a los efectos directos del calentamiento global causado por los seres humanos.

También estamos viendo que, a medida que desaparece el hielo marino, la nieve de las tierras costeras del Ártico se derrite mucho más deprisa en primavera, debido a las masas de aire más caliente que llegan a esas costas desde el mar despejado; en junio de 2012, había una superficie de 6 millones de kilómetros menos que en 1980. Si unimos estos dos efectos, el descenso de albedo de la nieve y el del hielo, en total, contribuye en un 50% al calentamiento global directo, lo cual demuestra hasta qué punto el Ártico, al absorber más radiación, se ha convertido en motor del cambio climático, y no sólo en consecuencia. (…)

A partir de los ochenta, en la capa helada de Groenlandia empezaron a aparecer charcas de agua del deshielo, un agua que en gran parte se va por unos agujeros llamados molinos glaciares hasta las capas más profundas o hasta la roca. (…) En 2012, un año de récord, hubo un momento, en el mes de julio, en el que el 97% de la capa de hielo de Groenlandia estaba cubierta de agua de deshielo.

Las consecuencias son muy graves: todavía en 2007, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, en inglés) hacía la predicción muy poco realista de que el agua subiría 30 centímetros en este siglo; luego se actualizó esa cifra a 60-90 centímetros, pero la mayoría de los glaciólogos que estudian el deshielo de Groenlandia (y el principio del deshielo en la Antártida) calculan que habrá un metro o más de subida, quizá mucho más. Se trata de un cambio irreversible que tendrá efectos desastrosos en ciudades costeras…

Un tercer efecto, seguramente la amenaza más inminente que se cierne sobre la humanidad, es el de las emisiones de metano de los fondos marinos. (…) La desaparición de la cubierta de hielo elimina un sistema de aire acondicionado vital para el Ártico. Mientras en el verano haya algo de hielo, por poco que sea, la temperatura de la superficie del mar no puede subir de 0 °C. Cuando el hielo desaparece por completo, la superficie del mar puede calentarse varios grados en verano (hasta los 7 °C) cuando absorbe las radiaciones solares, y en la poca profundidad de las plataformas continentales, ese calor llega hasta el fondo marino. Eso, a su vez, derrite el permafrost marino, los sedimentos congelados que yacen allí desde la última Era Glacial.

El deshielo del permafrost marino es como levantar la tapa de una olla a presión: genera la liberación de grandes columnas de metano procedente de la desintegración de los hidratos de metano (un compuesto de metano y hielo) atrapados en el sedimento del fondo. 

Un tercio del océano Ártico está compuesto por plataformas marinas poco profundas, de entre 50 y 100 metros, por lo que la superficie afectada es inmensa. Dos colegas míos y yo hemos calculado que esos gases, en un periodo de 10 años, producirían un calentamiento extra de 0,6 °C en todo el mundo para 2040…

Al mismo tiempo, la subida inmediata de las temperaturas será probablemente desastrosa para nuestros intentos de limitar la velocidad de calentamiento del planeta. La mayoría de los científicos no estaban preparados para afrontar esta grave amenaza, porque la desaparición masiva del hielo de las plataformas marinas en el verano no empezó hasta 2005, de modo que es un fenómeno nuevo que seguramente no había vuelto a ocurrir desde antes de la última Era Glacial.

(…) El futuro del calentamiento no puede trazarse de forma lineal, con arreglo al volumen de emisiones de CO2. En realidad, hay nuevos factores que intervienen en determinadas etapas cruciales, aceleran el calentamiento y quizá acaben por dominar la pauta. Hemos señalado dos nuevas repercusiones que son muy peligrosas: el efecto albedo y el efecto metano. Así que es posible que, incluso aunque reduzcamos las emisiones de CO2, el sistema no reaccione porque está desarrollando un ímpetu propio. (…)

Mi conclusión personal es que ni siquiera una rápida reducción de las emisiones de CO2 llegará a tiempo, por lo que debemos pensar con urgencia en métodos que puedan frenar algo el calentamiento y nos permitan ganar tiempo para cambiar la forma de vivir en este planeta».

En realidad el artículo es más extenso. He omitido fragmentos, donde se analizan más aspectos y amenazas de ese calentamiento, efectos a nivel más local o factores como la corriente del Atlántico Norte. Creo… creo que poco se puede añadir. Pero añadiré… «El futuro del calentamiento no puede trazarse de forma lineal, con arreglo al volumen de emisiones de CO2»Es justamente la misma idea, el espeluznante mensaje que lanza la película de Emmerich que hemos analizado. Y añadiré esto:

«Científicos alertan de que el planeta se acerca al punto de no retorno. Una investigación ha sugerido que diez fenómenos de retroalimentanción provocarán un efecto dominó a partir del aumento de las temperaturas provocado por el hombre.

Un estudio que se acaba de publicar en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) ha concluido que, incluso si se cumplieran los compromisos de los acuerdos de París, de limitar el calentamiento hasta los 2 ºC de ascenso, el clima corre el riesgo de llegar a un punto de no retorno al que han llamado estado de «Tierra invernadero». La existencia de fenómenos de retroalimentación conduciría a un aumento de la temperatura global que sería de 4 a 5 ºC, lo que iría acompañado a una subida del nivel del mar de 10 a 60 metros. En consecuencia, el planeta vería reducida su capacidad de cobijar al humano, hasta una población de solo 1000 millones de habitantes».

(En revoprosper.org; artículo publicado en agosto de este año)

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Basta. Es más, mucho más que suficiente, ¿verdad? Por mi parte no enunciaré ni detallaré ningún aspecto más del calentamiento global, de esa hidra de mil cabezas. El desfile de calamidades y de amenazas me temo que mucho más que hipotéticas es descorazonador. Y eso que aspectos todavía hay muchos más, algunos nombrados de pasada (las cosechas, la alimentación de la población mundial, los efectos en la salud, las posibles pandemias, la degradación a todos los niveles de los mares… ). Por no hablar de las consecuencias más allá de los aspectos puramente físicos, biológicos, medioambientales. Son numerosísimas, abarcando casi la totalidad de aristas que conforman el poliedro de la civilización y la vida humanas: políticas, económicas, sociales, humanas, humanitarias, éticas, legales, filosóficas y un largo etcétera. Por no hablar, valga la redundancia, de la temible posibilidad de que en un futuro muchas ciudades costeras desaparezcan tragadas por las aguas y millones y millones de seres humanos tengan que salir huyendo o… perecer.

Mucho he reflexionado sobre este grave problema en los últimos años y meses. Las cosas no han hecho sino que agravarse. Mucho he reflexionado estos días de intensa búsqueda de información, de frenética escritura (y más frenético copiar y pegar). Jamás intentar ensamblar las piezas de un puzzle me había parecido tan espantoso. Tengo muy malos presentimientos acerca de todo esto asunto, siento decirlo. No pretenderé poner buena cara ni intentar engañar a nadie. Creo que lo han expresado de forma más que clara Ferran P. Vilar o Peter Wadhams, o la mayoría de artículos citados. Creo que probablemente sea tarde, si no para evitar una catástrofe global de agárrate y no te menees sí unas consecuencias espantosas que quitan el hipo. Las cabezas de la hidra. Ferran explicaba en una de sus apabullantes entradas que deberíamos haber empezado ya en el 2013 con una reducción sin paliativos de las emisiones de los GEI, de forma inequívoca y valiente. La ciencia ayuda a calcular los plazos, y esos efectos que se van acumulando y sumando y convirtiendo esto en un fatal dominó se prolongarán por décadas y décadas a la vez que nos roban tiempo. Y esos plazos hechos calculadora en mano, con la ciencia (las energías, la química, las moléculas, los flujos de temperatura de las corrientes oceánicas, las fórmulas… no la palabrería o el mero presentimiento) hablan de una fecha «límite» —pero límite, límite, límite— del 2030 (o a lo sumo 2035) para emprender acciones drásticas que mitiguen el desastre absoluto. Lo demás ya es llegar tarde, ir a rebufo de un clima ya desbocado. Si alguien está muy interesado puedo buscar el enlace a ese artículo en concreto.

Nos asalta estos días la noticia: la Ley de Cambio Climático y Transición Energética que el Gobierno de Pedro Sánchez piensa aprobar. Pero la fecha clave de toda esta jugada es el 2040, año en el que se prohibirán la matriculación y venta de todo tipo de vehículos que funcionen con gasolina o diésel, incluso de los híbridos…

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«El Gobierno se propone reducir el 37% de las emisiones en 11 años, un 20% más de lo exigido por la UE»… Es loable, es admirable, es ciertamente ambicioso. Hasta me emociona un poquito, pero ese 2040 me parece increíblemente lejos en el tiempo. ¡Veintidós años hemos de esperar! Vistas las orejas al lobo a la hidra, por todo lo expuesto, creo que debería estar ya más que claro a estas alturas que cada año cuenta, y mucho. Creo que debería hacerse un verdadero esfuerzo, titánico si es necesario, para intentar implementarlo en el 2030. ¿Qué pasa, que intentar hacer un esfuerzo titánico es pedir demasiado, incluso si el futuro de la humanidad puede depender de ello? Si no el futuro, en el sentido de la supervivencia, sí el intentar salvar un planeta que probablemente ya no volvamos a ver tal y como lo conocemos y lo conocimos. Como mínimo desde los puntos de vista climatológico, medioambiental, geográfico y biológico.

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Miradlo… qué hermoso es. ¿Y si dejamos de verlo con este aspecto? ¿Y si los cambios que le estamos infringiendo son irreversibles? Si esta brutal entrada logra de alguna manera concienciar (más), informar, preocupar, golpear, impactar, incluso asustar, me daré por satisfecho

Nada me gustaría más que equivocarme, y por otro lado cualquiera que lea todo esto es muy libre de pensar que soy un pájaro de mal agüero, y qué feo que queda eso por mi parte. Los planes o políticas que pretendan poner en marcha los diferentes gobiernos, los putos gobiernos, han de ser lo más ambiciosos posible. Habría que sacudirse la miopía cortoplacista, el molesto zumbido de los intereses económicos de las empresas teóricamente «afectadas» (léase automovilísticas, petroleras, de hidrocarburos, y muchas más…), la pereza, la mezquindad y la tontería mayúscula del «bueno, esto no es tan grave, todavía queda tiempo». Ah, y por cierto… ¿qué pasa con Donald Trump y su cohorte de cretinos negacionistas? Donald Trump no se entera de una puta mierda. Sigamos por donde íbamos. Porque si no se sacuden todas esas trabas mentales y económico-políticas de encima el panorama, que ya pinta fatal, pintará también fatal por lo que respecta a la reacción del ser humano para enfrentarse a la tragedia y buscar salidas. De hecho para mí ya pinta más que mal. Mi optimismo sí que está congelado —qué ironía— y no confío en absoluto que se pongan las pilas hasta ese anunciado 2040. Eso si no queda en mera palabrería o bonitas promesas a incumplir, o vienen detrás otros gobiernos a deshacer lo ya hecho (como Trump con Obama) y a priorizar los beneficios económicos de las empresas («válgame Dios, pero… ¿en qué estaban pensando toda esta panda de socialistas, progresistas y perroflautas?»).

«Tenemos dos graves problemas» (no sé a quién podemos soltarle este mensaje). El primero, es obviamente el de la naturaleza, el medioambiental, físico, de flujos de energía, de contaminación, un problema regido por las leyes de la física y la química. Y el segundo, que no hay verdadera voluntad política ni económica para agarrar el descomunal problema por los cuernos y acometer soluciones, si hace falta radicales. Y si hay algo de voluntad, desde luego es ridículamente insuficiente. ¿Existe una verdadera conciencia de la enorme gravedad de lo que se nos viene encima? Un día sí y otro también pienso y tengo la punzante sensación de que no.

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Ya puestos a ejercer de pájaro de mal agüero, voy a hacerlo bien hecho. Bromas funestas aparte, repito que no confío para nada en que se cumplan esos plazos temporales anunciados. Está por ver, y ojalá me equivoque. Pero estoy bastante seguro de lo que pasará. En un futuro no muy lejano, quizá unos diez años, nos golpearán con la terrible noticia de que el ritmo del deshielo supera con mucho las predicciones y estimaciones que se habían hecho. También el nivel de subida de los mares. Y claro, también el aumento global de temperaturas. ¿Dos grados más? Y hasta tres o cuatro. Y los tres procesos se habrán acelerado de forma vertiginosa (ni más ni menos que como ya está pasando). Entonces se echarán las manos a la cabeza y se cagarán de miedo. Políticos, científicos, ciudadanía. Nos cagaremos de miedo. La catástrofe sí que pintará entonces muy mal; la constatación para los más escépticos e imbéciles ya será como si un huracán te golpeara en la cara. ¿He dicho dentro de diez años? Es tirar muy largo. Probablemente lo veremos en cinco años, y quién sabe si en cuatro o en tres. Estoy seguro, sucederá así. La retroalimentación de estos fenómenos de calentamiento nos da bonitas garantías de ello.

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Y ahora voy a ceder la palabra a otras personas:

APOCALIPSIS

Herida en sus entrañas llora Gaia
de sangre y savia, ácidas lágrimas
se funden en un río
encrespado, implacable, atronador,
mortal.
Sobre él se balancean los verdugos
apretados en un puente colgante.
Ya no existen fronteras, colores ni linajes,
ya da igual quién se es y a quién se ama;
porque ya no hay amor.
¡Ahora lloráis, malditos egoístas!
Suplicáis un perdón inmerecido.
Fue vuestra estupidez
la que inclinó a su lado la balanza
y arrasasteis con todo a vuestro paso.
El destino está escrito, no hay salida.
Caeréis. Moriréis.
Es la venganza de la Madre Tierra.

(Luna Paniagua)

«El Holoceno fue la era geológica que comenzó hace más de    10 000 años, con condiciones climáticas favorables que sustentaron la civilización humana tal como la conocemos. El Antropoceno es una nueva era geológica, con condiciones ambientales que la humanidad nunca antes ha experimentado. Es lamentable, pero la temperatura de la Tierra hoy es más alta que durante el Holoceno, debido al dióxido de carbono que la humanidad ha emitido a la atmósfera al quemar carbón, petróleo y gas, y al transformar indiscriminadamente los bosques y las praderas del mundo en granjas y tierras de pasto.

La gente sufre y muere en un contexto nuevo, y lo que se viene es mucho peor. Se estima que el huracán María se cobró más de 4000 vidas en Puerto Rico en septiembre pasado. Los huracanes de alta intensidad se están volviendo más frecuentes, y tormentas de gran envergadura están causando más inundaciones, debido a la mayor transferencia de calor de las aguas cada vez más cálidas de los océanos, la mayor humedad en el aire más templado y el ascenso de los niveles del mar. Todos ellos son fenómenos mucho más extremos como consecuencia del cambio climático inducido por el hombre.

(…) A partir de 1992, Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, ignoró ostentosamente los tres nuevos acuerdos y dio a entender a otros Estados que también podían disminuir sus esfuerzos. El Senado estadounidense ratificó los tratados sobre clima y desertificación, pero no hizo nada para implementarlos. E incluso se negó a ratificar el tratado para proteger la diversidad biológica. (…)

Más recientemente, el mundo adoptó los Objetivos de Desarrollo Sostenible en septiembre de 2015 y el acuerdo climático de París en diciembre de 2015. (…) Y el presidente Donald Trump ha declarado su intención de retirar a EE. UU. del acuerdo de París en cuanto sea posible (2020), apenas cuatro años después de la entrada en vigor del texto.

Las cosas van a empeorar. El aumento de los niveles de CO2 generado por el hombre todavía no ha alcanzado su efecto pleno de calentamiento, debido al considerable retraso del impacto que tendrá en las temperaturas de los océanos. En las próximas décadas la temperatura media global aumentará otro medio grado, aproximadamente, de acuerdo con la concentración actual de CO2 (408 partes por millón) en la atmósfera. Y el calentamiento será mucho mayor si las concentraciones de CO2 siguen subiendo con la quema habitual de combustibles fósiles.

Para lograr el objetivo del acuerdo de París de limitar el calentamiento “muy por debajo de dos grados centígrados” con respecto a los niveles de antes de la industrialización, el mundo necesita pasar decididamente del carbón, el petróleo y el gas a la energía renovable aproximadamente en 2050, y de la deforestación a la reforestación y la restauración de las tierras degradadas.

¿Por qué, entonces, la humanidad sigue avanzando tontamente hacia una tragedia segura? La razón principal es que nuestras instituciones políticas y los gigantes corporativos ignoran deliberadamente los crecientes peligros y perjuicios. La política tiene que ver con obtener y mantener el poder y los beneficios, no con solucionar problemas. Ni siquiera problemas ambientales de vida o muerte.

Necesitamos un nuevo tipo de política que empiece con un objetivo global claro: la seguridad ambiental para la gente del planeta, cumpliendo con el acuerdo climático de París, protegiendo la biodiversidad y reduciendo la contaminación, que mata a millones de personas cada año. Esa nueva política deberá escuchar a expertos científicos y tecnológicos, no a líderes empresariales que actúan en interés propio ni a políticos narcisistas.

Los climatólogos nos permiten calcular los crecientes peligros. Los ingenieros nos instruyen sobre cómo hacer la transición rápida, en 2050, a una energía sin emisiones de carbono. (…)

Una política de esas características es posible. En verdad, la población la espera con ansias».

(Escrito por Jeffrey D. Sachs, profesor de Desarrollo Sostenible y de Política y Gestión de la Salud en la Universidad de Columbia y director del Centro para el Desarrollo Sostenible de Columbia; texto completo aquí)

«El informe muestra que solo nos quedan escasísimas oportunidades para evitar un daño impensable al sistema climático que permite la vida tal y como la conocemos», dijo el miembro de la junta del IPCC Amjad Abdulla, a raíz de la presentación de ese informe a principios de octubre.

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Lagos de Bolivia absolutamente secos…

De acuerdo… repaso un poco ese informe de advertencia del IPCC, repaso las distintas noticias y ese calendario propuesto por el actual ejecutivo español, y me fijo en las fechas que se están mencionando… Todo ello, francamente, y me reafirmo en mis impresiones, me parece excesivamente conservador, tomarse las cosas con demasiada calma. El tiempo apremia y ya lo he dicho: cada año importa. Incluso tengo la certeza de que ese comité del IPCC ha subestimado la gravedad del problema y calculado mal, excesivamente a la baja, los peligros, porcentajes y plazos. Ya Ferran P. Vilar arroja unas cuantas críticas en este sentido, como apunté de pasada. Según este ingeniero, este comité no habría tenido en cuenta los efectos de los efectos —aunque suene a auténtica tontería—, es decir, ese círculo vicioso o efecto dominó que lo va acelerando todo más y más. Sí, sin ser científico ni climatólogo voy a decir que me parece que su estudio y sus advertencias pecan de timoratas, conservadoras, excesivamente confiadas y optimistas. Quizá sean excelentes científicos, honestos e imparciales, pero vete a saber si el poder político y los intereses económicos no habrán metido las zarpas ahí dentro, o ejercido sus influencias de forma sutil. O sea, un poco en la línea de «sed cuidadosos con lo que decís y anunciáis y la forma en que lo hacéis». Quizá el asqueroso pasteleo que suele impregnarlo todo llega también hasta ahí. Vilar se pregunta cómo un comité científico interdisciplinar de tan alto nivel puede errar en sus estimaciones de esta forma. Necesitamos científicos que no se casen con nadie, joder. Yo no espero menos.

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Repaso propuestas y fechas de ese informe… «elevar el consumo de energía renovable del 70% al 85% en 2050 y reducir el consumo de gas al 8%». ¿En el año 2050? ¿Y todavía consumiendo un 8% de gas? ¿Por qué? Debería desaparecer del mapa el gas. Y sus primos hermanos. Adiós a los combustibles fósiles. Estos señores están diciendo que aún se estarán consumiendo dentro de 32 años. A mí no me vale tanto conformismo; a decir verdad, me parece absurdo, cobarde y decepcionante. Ya apunté también que Vilar daba como fecha límite el año 2030 para no alcanzar ese punto de no retorno, lo que otra web ha definido con letal acierto como «la Tierra invernadero». Y para que se vea que no son paranoias mías, ahí va un informe completamente independiente de otros equipos científicos:

«El planeta Tierra podría llegar a un ‘punto de no retorno’ en 2035 si los gobiernos no actúan decididamente para luchar contra el cambio climático porque sería poco probable que en 2100 el calentamiento global se sitúe 2 ºC por debajo* de los niveles de la era preindustrial.

Así lo aseguran cuatro investigadores de las universidades de Oxford (Reino Unido) y Utrecht (Países Bajos) en un estudio publicado en la revista Earth System Dynamics, de la Unión Europea de Geociencias.

La investigación indica que ya ha pasado la fecha límite para limitar el calentamiento planetario a 1,5 ºC, que también aparece recogido en el Acuerdo de París, salvo que se tome “una acción climática radical”».

*Se supone que se han equivocado y quieren decir «solamente aumente 2 ºC por encima de… «.

(En rtve.es)

O bien otro equipo de científicos, esta vez chinos, afirman:

«El clima de la Tierra podría aumentar cuatro grados más en comparación con la era preindustrial antes de que finalice este siglo, concretamente entre 2064 y 2095, lo que supondría duplicar el objetivo de dos grados recogido en el Acuerdo de París, adoptado en 2015 por 195 países y la UE.

Así lo afirman tres científicos del Instituto de Física Atmosférica de la Academia China de Ciencias en un estudio publicado en la revista Advances in Atmospheric Sciences. “Un gran número de eventos de calor sin precedentes, fuertes inundaciones y sequías extremas ocurrirían si el calentamiento global supera el nivel de 4 ºC con respecto al periodo preindustrial”».

(En rtve.es)

Sí, me da que los señores del IPCC pecan de conservadores. Después tenemos el anuncio del gobierno español, planteándose el 2040 y el 2050 como los años decisivos en cuanto a implementación de medidas. Para el 2030, «reducir al menos en un 20% las emisiones de GEI con respecto a 1990». ¿En un 20%? Hablamos de una acción no dentro de dos años, sino de veintidós. Me parece ridículamente poco. Sí, entiendo toda la complejidad del problema y las dificultades logísticas. seguramente soy yo el que no toco del todo de pies en el suelo. No se pueden reducir las emisiones de forma tan drástica, y sobre todo no se puede hacer el cambio de las energías fósiles a las limpias de la noche al día. Ha de ser un esfuerzo gradual. Y… ¿qué tenemos por ahí en esos teatrillos del poder?

«Los países de la Unión Europea (UE) han fijado en un 35% el recorte de las emisiones de CO2 que quieren exigir a los nuevos coches y camionetas a partir de 2030, nivel que eleva la propuesta inicial del 30% de la Comisión Europea (CE) pero limita la ambición del 40% que reclama la Eurocámara».

Mmmm… a pasteleo conformista me huele, siento decir. Señoras y señores, el problema es brutal y acuciante, gravísimo. Espada de Damocles que nos golpeará de forma retardada y en diferido, pero que ya está golpeando… y que no por eso deja de cortar con contundencia.

Sí, dificultades logísticas, imposibilidad de implementar esos cambios en un abrir y cerrar de ojos. Se marcan objetivos «ambiciosos» (vamos a concederles ese beneficio, especialmente comparando con el estado actual de las cosas), pero no lo suficientemente ambiciosos, he ahí el problema. Todo ello me lleva a infinidad de reflexiones y preguntas, y voy a lanzar una que parecerá demasiado simplista: ¿cúal es o debería ser el objetivo de la humanidad, de la vida humana? Pues muy fácil, sencillamente vivir. Vivir un día más. Y otro. Y otro. Pronto se va a convertir en meramente sobrevivir. Quiero decir con esto que el objetivo primordial de la vida humana —para mí— no es ni debería ser cumplir con las obligaciones diarias, ni tener que ir a trabajar, tener que coger el coche o tener que formar parte del gran tinglado económico y productivo. A la mierda la puta economía y a la mierda el puto tejido productivo (decidlo en voz alta, sienta muy bien). La forma en que está estructurada la sociedad, la forma en que funciona todo, el «sistema» de las narices parece que nos indique que la finalidad última del ser humano es ser una piececita más (productiva, por supuesto) del gran tinglado económico. Y no es así en realidad. ¿Cuánto daño le han hecho al planeta el sistema o los sistemas económicos, el maravilloso capitalismo, la Revolución Industrial? Mucho, muchísimo, y todo en aras del progreso. Progresar, prosperar y crecer está bien, en teoría, aunque hay gente, incluyendo prestigiosos sociólogos y economistas, que se preguntan por qué —biiiiiiiíp— tenemos que crecer como sociedad (a nivel productivo, de bienes de consumo). Todo ello nos llevaría a una profunda reflexión sobre qué modelo de sociedad tenemos y cuál deberíamos tener. Y si hemos de crecer como sociedad de consumo, que sea haciéndolo de forma respetable y sostenible con el medio. Parece lógico si no vamos a quedarnos en sociedades primitivas, agrícolas o en las cavernas…

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Así que partiendo de la convicción de que otro mundo es posible, cabría preguntarse qué pasaría si nos plantáramos y no cogiéramos el coche, por ejemplo. Ya mismo, desde este momento. Desde mi punto de vista ni un solo motor de combustión, ni un solo tubo de escape, ni una sola fábrica humeante debería ponerse en funcionamiento desde ya mismo. Y pretenden esperar al 2030, es demencial. Y se deduce de sus planteamientos y propuestas que en el 2050 aún habrá vehículos y fuentes contaminantes. ¿Qué pasaría, se pararía el mundo? ¿Sería el colapso total? Por supuesto que traería muchos problemas, y la sociedad ha de funcionar en mil sentidos para proporcionar bienes y servicios, como la alimentación o la salud (y la cultura y el arte). Pues no estaría tan mal que se parara el mundo, al menos un poco. Eso sería, dicho en otras palabras, encontrar otros modos y otros ritmos de vida. Damos muchas cosas por hechas y algunas necesidades impuestas por imprescindibles, pero el mundo existió cientos de años sin coches y sin fábricas, sin internet, smartphones o televisión. Así que quizá cabría preguntarse qué es lo que en verdad se pararía. ¿Quizá la economía, quizá el engranaje productivo? Ah, creo que aquí hemos dado con el meollo de la cuestión. Quizá lo que ocurre es que los que detentan puestos de poder, los capitostes del capitalismo, los empresarios en general, sentirían pánico si la gente en masa no acudiera a sus puestos de trabajo. Y ojo, que transportes hay muchos, también los públicos y la bicicleta, y lugares de trabajo también muchos, no necesariamente fábricas. Hago toda esta reflexión para indicar que dejar de coger esos medios de transporte que contaminan es posible, solo que tendría un impacto considerable y uno de los más notables sería a nivel económico. Quizá deberíamos plantearnos qué modelo de sociedad queremos, o de sistema productivo, y si los actuales son sostenibles con el medio ambiente. Claramente no, he ahí el problema.  Y ante una disyuntiva de vida o muerte, de plantearse la encrucijada de un mundo futuro habitable o sencillamente infernal, claro que es posible dejar de coger el coche ahora mismo y no poner en marcha ni una puta fábrica o central más. Nos jugamos el futuro. Cambios mucho más radicales y ambiciosos son posibles, mucho más allá del decepcionante teatrillo de aquellos que mandan. Otro gallo cantaría si la ciudadanía en general se plantara en muchas cuestiones y no se dejara manipular ni mangonear. Son todas estas reflexiones, e imaginar otros escenarios, imaginar posibles soluciones, imaginar qué podría en verdad hacer el ciudadano de a pie, lo que me lleva a no poder aceptar, a encontrar profundamente decepcionante, desacertado e incorrecto que sigamos contaminando y expulsando GEI hoy, mañana, el mes que viene, el año que viene, el otro… Y lo que más me indigna, lo que me indigna de verdad, es que los gobiernos se tomen el problema con tanta tranquilidad. Menos mal que en el 2030 «se corta» todo y «se soluciona» todo. Planteárselo así es patético, porque hay que actuar ya, cada día.

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En esta entrada no va a haber ningún vídeo musical. Aunque me han pasado por la cabeza algunos títulos de algunos temas. Por ejemplo, el It’s the End of the World as We Know It (And I Feel Fine) del grupo R.E.M. (desde luego puedo decir que I don’t feel fine); por ejemplo, el When the World Is Running Down, You Make the Best of What’s Still Around de The Police. También tendríamos el Burning Down the House de los Talking Heads (que es lo que le estamos haciendo al planeta). O poniéndonos más pesimistas podemos recordar el tema The End de The Doors.

Pero no me apetece en absoluto hacer una entrada sobre posibles «canciones del fin del mundo». Lo que viene a continuación son dos fragmentos de dos películas de las que ya he hablado en un pasado: Koyaanisqatsi y Baraka. Tienen muchos nexos de unión y muchas similitudes en cuanto al contenido y el mensaje que quieren transmitir. Ambas cintas proponen una mirada y una reflexión sobre nuestro mundo, sobre su belleza, diversidad y fragilidad, y sobre el impacto que sobre él está teniendo la civilización humana, y especialmente el progreso tecnológico y la era industrial y moderna, también la sociedad de consumo por extensión, obvia decir. Por eso me parecían apropiadas para acompañar esta entrada.

Koyaanisqatsi fue estrenada en 1982 y fue dirigida por Godfrey Reggio. Es un film en el que no hay argumento ni historia, personajes ni narrador. A través de una interminable sucesión de imágenes, combinadas con música, se pretende producir un efecto en el espectador, hacer que reflexione sobre nuestra forma de vida, sacudir su conciencia. Se trata de «un poema visual cuyo tono es establecido mediante la yuxtaposición de imágenes y música. Reggio se refiere a la falta de diálogo diciendo que «no se trata de falta de amor por el lenguaje por lo que estas películas no tienen palabras. Es porque, desde mi punto de vista, nuestro lenguaje está en un estado de gran humillación. Ya no describe el mundo en el que vivimos»». (Wikipedia)

Toda la banda sonora corre a cargo de Philip Glass, en una combinación perfecta con las imágenes, escenas y paisajes que corren ante nuestros ojos. La película empieza centrándose en la naturaleza, enseñándonos imponentes paisajes como cañones, desiertos, nubes moviéndose o las olas del mar. Poco a poco va apareciendo el ser humano a través de diversas actividades que impactan en el medio ambiente: «imágenes de flores cultivadas, un camión minero produciendo polvo negro, estaciones petroleras, plantas energéticas, detonaciones de bombas atómicas y otras». Y conforme avanza la cinta la naturaleza desaparece de nuestra vista y el único protagonista es el género humano, con su frenética actividad, el estrés y las prisas de la vida moderna… parecemos hormigas atareadas, un enjambre imparable de abejas u otros insectos con el ir y venir imparable de las obligaciones cotidianas como acudir al puesto de trabajo o ir de compras; también disfrutar del ocio o desplazarse en todo tipo de transportes…

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Y así vemos una sucesión continua de imágenes donde la civilización humana se muestra fundamentalmente en el ritmo de vida en las grandes ciudades: rascacielos, el discurrir de vehículos en autopistas o calles (también sus luces, en secuencias nocturnas), el tráfico humano en las calles, cruces, semáforos, grandes estaciones de ferrocarril o metro, tiendas o grandes almacenes, cadenas de producción… todo ello usando la técnica del time-lapse. Hormigas… una reflexión visual donde el ritmo acelerado, el progreso y la tecnología son los grandes protagonistas («no es que usemos tecnología, es que vivimos la tecnología. La tecnología se ha hecho tan ubicua como el aire que respiramos»).

«Realizado entre los años 1975 y 1982, «Koyaanisqatsi» —primera parte de lo que sería luego una trilogía formada por Koyaanisqatsi (1982), Powaqqatsi (1988) y Naqoyqatsi (2002)— es un singular documental que refleja la colisión entre dos mundos obligados a convivir: por un lado la vida de los hombres en la sociedad moderna, la vida urbana y occidental, llena de tecnología, ciencia y consumismo. Por otro la naturaleza y el medio ambiente del planeta Tierra. (…) Godfrey Reggio presentó este documental ante 5000 personas el 4 de Octubre de 1982 en el Radio City Hall de Nueva York, convirtiéndose al instante en un documental de culto». (FILMAFFINITY)

En suma, en este film de culto realizado hace más de treinta años «se muestran imágenes de gran impacto visual y emocional sobre el efecto destructivo del mundo moderno en el medio ambiente» (Wikipedia). El nombre de la película significa «vida fuera de equilibrio» (Life Out of Balance) en la lengua de los indios hopi.

He escogido dos fragmentos mejor que uno, de toda la parte de la película donde la actividad humana se antoja claramente más frenética…

En cambio el film Baraka no es tan frenético en ese sentido, sino mucho más pausado, reflexivo e incluso poético. Una película maravillosa, sensacional y con una calidad de imagen espectacular. El impacto sobre el espectador es notable —yo salí flotando del cine aquel lejano día—. Se filmó con una cámara de 70 mm diseñada por el propio director, Ron Fricke. Fricke es uno de los grandes nexos de unión de las dos películas que nos ocupan: fue director de fotografía y participó en el guion y montaje de Koyaanisqatsi, mientras que dirigió él mismo Baraka diez años después. Las similitudes entre ambos films son numerosas, empezando por el lenguaje visual —aquí tampoco hay historia, solo imágenes y música— y siguiendo con la intencionalidad de hacer reflexionar al espectador y ofrecer una mirada global. También en Baraka se mira a nuestro planeta, a la imponente naturaleza y al género humano. Pero no se ofrece una imagen tan frenética de la actividad humana como en el otro film. Más bien habría que hablar de las civilizaciones, en plural: queda muy presente la diversidad humana a todos los niveles, en tribus, etnias, culturas y distintas religiones. Creo que lo que más me impresionó, aparte de la magnificencia de la naturaleza, fue ver el enorme peso de las religiones y la espiritualidad en tantas partes del mundo, especialmente en el poblado continente asiático y en África (aunque no hace falta irse tan lejos: tenemos Oriente Medio, Israel, Turquía… ). Vuelvo a decirlo: la película es impresionante, una maravilla.

«Aclamado documental sobre la naturaleza del planeta Tierra. Rodada en 24 países diferentes, trata de captar la esencia de la naturaleza y la cultura de la humanidad y sus costumbres, al tiempo que señala las formas en las que el ser humano se relaciona con su medio ambiente. La aparente fragilidad de la vida humana es contrastada con la grandeza de sus obras, subrayándose la desigual relación entre hombre y naturaleza. Baraka no tiene argumento lineal, ni personajes ni diálogos, pero, en medio de estos enormes contrastes, la espiritualidad de la humanidad surge como el elemento más importante que la distingue de otras especies. Un mundo más allá de las palabras». (FILMAFFINITY)

El calentamiento global es una bomba de relojería. Quizá carece de temporizador. Quizá sí lo tiene y se nos antoja borroso (o la ciencia puede determinarlo). La pregunta con la que concluyo la entrada va dirigida a la ciudadanía en general, pero especialmente a esas personas que están ocupando cargos de poder: en los gobiernos, en las instituciones, en las empresas privadas, en las grandes corporaciones energéticas, en todos esos tinglados que son auténticas máquinas de —y solo piensan en, por más que intenten pintárnoslo bonito— hacer y ganar pasta… Sí, hay gente concienciada y con buenas intenciones, pero también es cierto que los imbéciles, los egoístas y los mezquinos se cuentan por miles y miles. A toda esa gente apoltronada en sus puestos va dirigida mi pregunta… porque la catástrofe se nos viene encima. Hace bastante tiempo que oigo el tic tac. ¿Es que nadie más puede oírlo?

La humanidad, la ciudadanía, los políticos y los científicos (por citar dos colectivos de gran importancia) deberían centrar todos sus esfuerzos en intentar buscar soluciones a este gravísimo problema; de hecho el problema más grave al que nos enfrentamos, aunque quede disimulado porque dé la apariencia de ser lejano en el tiempo. Falsa apariencia, craso error y fatal conclusión, pues el calentamiento global puede precipitarse de forma abrupta y fatal, ya que los acontecimientos no hacen más que agravarse en distintos puntos del planeta. Debería apostarse decididamente por el cambio a las energías limpias, por dejar de emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera y especialmente dióxido de carbono, e intentar frenar en seco, estabilizar o incluso reducir su concentración en el aire (ppmv, «partes por millón en volumen»). Esperar para ello al 2030 o el 2040 es otro gravísimo error, pues ya será demasiado tarde: los gases emitidos prolongarán sus efectos como se ha mencionado como mínimo hasta el año 2300, aparte de que los procesos relacionados con el carbono o el metano adquieren sus propias dinámicas de «círculo vicioso», donde la humanidad pierde ya toda posibilidad de control. Se debería. Pero no, la humanidad y los políticos parece que andan en otras cosas.

Concluiré también con una cita incluida en el mencionado blog USTED NO SE LO CREE. Aprovecho para recomendar muy encarecidamente otra vez que visitéis este blog y leáis algunas entradas. Es impactante todo lo que se cuenta y creo que le cambia a uno la visión, volviéndose ésta más descarnada y afilada (para aquellos casos, que no serán pocos, de personas preocupadas por el tema pero quizá no en exceso). Allí sí que se habla con criterio y conocimiento de causa de este vastísimo problema.

«Cuando las élites fracasan, es la hora de la gente».

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(Fuente: microsiervos.com)

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44 respuestas a + 1,5 grados centígrados, alerta fatídica / Koyaanisqatsi / Baraka

  1. Yo me la guardo para otro momento, pero la leeré enterita, ¡prometido!

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  2. evavill dijo:

    Hola, What.
    Me interesa mucho el tema y me preocupa enormemente. También me causa tristeza y bastante rabia.
    No he leído toda la entrada, es una pasada de larga pero intentaré hacerlo poco a poco en los próximos días.
    Con este tema ocurre como con otros horrores del mundo: nos acostumbramos a oír hablar de ello. Y miramos para otro lado.
    Pero ya lo tenemos encima, no es algo que vaya a pasar, es algo que ya nos está pasando.
    Besos y volveré. Dame tiempo.
    (Debes de tener a los de WordPress alucinados con la extensión de tu entrada).

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    • Exacto, ya lo tenemos aquí y estamos empezando a padecerlo. No lo concibo, que se pueda mirar para otro lado o no hacer caso. Es un problema gravísimo y espeluznante. Es como si un meteorito viniera directo hacia nosotros, o casi.
      ¡Espero tus valoraciones, y gracias!

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  3. evavill dijo:

    Me he quedado por la mitad porque esto no es una entrada, es un libro, como te ha dicho Luna.
    Ayer mismo leí que en Estados Unidos cada vez serán más frecuentes los huracanes en la costa Atlántica y los incendios en la de California. También se ha hablado hace poco de la desaparición de los glaciares en el Pirineo.
    No creo que se tomen medidas drásticas ni rápidas, que es lo que haría falta dada la situación. Los intereses económicos priman y parece que la visión a largo plazo no les interesa. Me ha gustado la idea de la migración inversa.
    Y, y….mañana más.

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    • Sí, esos dos fenómenos serán más frecuentes y más bestias. Lo de los Pirineos también ha salido en las noticias de aquí. Y preparando la entrada vi fotos del retroceso de los glaciares no recuerdo si en los Alpes, era patético y muy grave.
      Sí, los intereses económicos y la miopía a todos los niveles. Parece mentira pero es así. Pues nada, cuando la temperatura nos suba 5 grados más y los mares llamen a la puerta de las ciudades costeras entonces se echarán las manos a la cabeza y les entrará el miedo o se darán cuenta de la gravedad del asunto. Optimista no puedo serlo demasiado hoy por hoy, y soluciones existen todavía.
      Muchas gracias por esas felicitaciones. Quizá me pasé añadiendo citas de la prensa sobre cosas que se repiten, pero bueno. Sí, ojalá sirviera de algo.
      Lo de los virus lo sabía, lo del metano también, me dejó muy impactado hace un tiempo.
      ¿Y la película, The Day After Tomorrow? ¿Te suena haberla visto? ¿Te parece exagerada? Tela también el tema de las corrientes del Atlántico Norte y el tema de que pudiera cortocircuitarse ese cinturón… la llevamos clara.

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    • Bueno, y no sé si habrás visto esas olas del Atlántico llevándose unos balcones en las Canarias, brutal. Qué lujazo, ya como los americanos, nada que envidiarles. El próximo no será tímido como el Leslie, el próximo puede que haga más pupa.

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  4. Anda, si salgo yo 🙂 Qué sorpresa, no tenía notificación del enlace.

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    • El enlace está bien puesto. Entré en tu artículo y no aparece el pingback, y debería. Ya saldrá. Hace unas semanas que veo que algunas notificaciones de WP me aparecen incluso con varios días de retraso. Está fallando. Seguramente sobrecalentado también.

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  5. evavill dijo:

    Ahora sí me lo he terminado.
    No sabía eso de los virus y bacterias congelados. En fin, es todo un desastre.
    Ya he visto también el poema de Luna y la referencia a la película Baraka que tú me recomendaste.
    Menudo trabajazo has hecho!!!
    Te felicito. Ojalá sirviera de algo.
    Pobre Tierra nuestra.

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  6. Raúl dijo:

    Tengo que hacer como Luna y Evavill, hay que tomárselo con tranquilidad, como cuando se lee un libro, porque esto no es una entrada es más bien un libro. Es más, lo mismo has batido un record Guinness a la entrada más larga. Tengo que darte la enhorabuena por ocuparte de este tema y hacerlo con tanta pasión y compromiso. Una vez en el colegio, cuando era pequeño, el profesor nos habló del petróleo, del uso que se hacía de él y de que algún día se acabaría; yo pregunté que, si se sabía, por qué no se hacía algo, por ejemplo «cultivar» más petroleo o algo así; el profesor me dijo que no se podía «cultivar» porque tardaba mucho en crecer y, además, a quienes mandaban no les interesaba el futuro, sólo el presente. Eso no ha cambiado, quienes mandan pasan del futuro, les da igual, aunque tengan hijos o nietos. Yo, personalmente, soy muy pesimista desde hace tiempo y doy nuestro planeta por perdido; pero, como en las novelas de ciencia-ficción, una cosa es el planeta y otra la humanidad. Si ya es una barbaridad perder el planeta, aún lo es más acabar con la vida en la Tierra; creo que la única solución es salir fuera, lanzar naves espaciales a modo de arcas de Noé y establecernos en otros planetas que, por supuesto, también acabaremos por destruir. Saludos.

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    • Muchas gracias, Raúl. Oye, por lo de la longitud de la entrada y posibles récords a ese respecto ni idea, no me he parado a pensarlo. Hasta podría haber seguido, pero ya quería acabar, enfilaba el final para esta semana…
      Una cosa que podría haber incluido, y un día de estos investigaré, es el árbol artificial, salió una vez en televisión y me llamó mucho la atención. Un artilugio que sobre el papel sería genial, absorbe CO₂ de la atmósfera. No sé nada más de este invento, si prosperó, si tendría inconvenientes o si sería factible instalarlo a gran escala. Otra solución es reforestar en plan bestia. Otra, lo apuntaba alguien, esparcir una sustancia por los cielos que reacciona o se combina con ese CO₂ y lo elimina. Sería genial limpiar la atmósfera, creo que la ciencia debería investigarlo…

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      • Raúl dijo:

        El problema es que para investigar hace falta dinero y no parece que quienes dan el dinero, es decir, los políticos en nombre de sus países, estén por la labor. Mira a ver en el Guinness, lo he dicho medio de cachondeo pero lo mismo tienes récord …

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        • Después de ponerte esos enlaces sobre los árboles artificiales estuve leyendo y mirando un rato. Muy interesante, esos artilugios existen y absorben y eliminan CO2 de una forma mucho más eficiente que los árboles, no sé cuántas toneladas por día u hora. Y además sería factible. Hay un científico estadounidense que ha creado un modelo, Klaus Lackner se llama. Hombre, da cierto rayo de esperanza el asunto. Sí, para investigar hace falta dinero y voluntad política. Quizá cuando la cosa se agrave de verdad se lo replanteen y se empiecen a instalar de modo masivo, aunque también consumen electricidad. También existen unos paneles de musgo que hacen la misma función, hay algunos instalados en algunas ciudades. Aún no es tarde pero sigo viendo esa miopía y estupidez, hasta que la cosa no se ponga seria. O sea que me pregunto por qué el ser humano en cierto sentido es tan imbécil y comodón.
          Respecto a tu postura, aunque sea perfectamente respetable, ya desde lo que dices en tu primer comentario me parece que tienes cierta actitud de resignación o de mentalización de que el planeta o la causa está ya perdida. O da esa impresión. Quizá, yo tampoco soy muy optimista, pero me gustaría pensar que si el planeta no puede sostenernos más sea dentro de 150, 200 o 300 años. Quién sabe, igual no da para más ya en un plazo de unos 200 años, con una humanidad creciendo, consumiendo y ensuciando. En todo caso, el calentamiento global y deterioro de la atmósfera es un tema gravísimo. Bueno, da para un largo debate. Yo ya lo he dicho, oigo el tic tac perfectamente.

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          • Raúl dijo:

            No suelo ser pesimista pero en este asunto no me queda más remedio. Como bien comentas, aún estamos a tiempo de parar el deterioro y de investigar en soluciones para tratar de arreglar lo estropeado, me gustaría mucho estar equivocado …

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    • Mi pasión y mi compromiso… oye, me pregunto si seré yo el bicho raro. No me puedo creer que a políticos, gobiernos, empresas, lobbies y oligarquías se la sude este gravísimo problema, un asunto que mandará el planeta a la mierda o lo hará inhabitable e infernal. Por esa razón termino con esa cita sobre las élites. Como decía, la ciencia… creo que ya pueden ponerse las pilas a buscar soluciones técnicas, y una efectiva es neutralizar los GEI. No sé si estoy soñando despierto.
      Claro, emigrar a otro planeta. Ese nuevo a solo 6 años luz, está cerquita. Si no ando equivocado tiene un gran atractivo y ventaja: al estar a 170 grados bajo cero, podrán calentarlo y calentarlo y calentarlo… qué bien.

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      • Salir por patas a otros planetas… claramente es tirar la toalla. Yo no quiero eso. Lo de los árboles artificiales, existe. Investigaré en próximos días, se ve muy interesante. Dos enlaces…
        BBC Árboles sintéticos para absorber CO2
        20 Minutos Instalan el primer árbol artificial viable del mundo

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      • Raúl dijo:

        No sólo es cosa de los políticos, también entre la gente de a pie. Por ejemplo, mira lo que pasa (en Madrid ya está sucediendo) cuando se prohíbe la circulación a los coches en el centro de la ciudad por excesiva contaminación; todo el mundo se echa las manos a la cabeza, hay muchas personas que salen a comprar el pan en coche, no caminan y en la vida han utilizado el transporte público, para ellos son un drama esas medidas.

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        • Todo esto ya lo sé, la gente coge el puto coche para desplazamientos cortos, trayectos que se podrían hacer a pie. Bueno, si han de cogerlo por lo menos esperemos que sean eléctricos en un futuro. Pues está claro que hay que cambiar esa mentalidad aburguesada, acomodada, egoísta y miope. Es bastante triste y patético si las miras de gente así no ven más allá de esas comodidades, no podemos quedarnos en esa forma de pensar con tanta cortedad mental, aunque sea duro hay que decirlo claro. Ah, no tengo coche, si lo tuviera sería eléctrico. Voy en transporte público. Un drama esas medidas… pues el verdadero drama se nos viene encima. Estoy panfletario pero es que me indignan estas cuestiones. Alucino con tanta comodidad, pasotismo e insensibilidad hacia el que es nuestro hogar. Es ser estúpido.

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          • Raúl dijo:

            Yo he ido toda mi vida en transporte público y, desde que no puedo jugar al fútbol, también intento andar para compensar la inactividad física. Veremos el recorrido que tienen los coches eléctricos, si los apoyan o no

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  7. Bueno, no ha sido del tirón, pero lo he leído entero. Has hecho un tremendo trabajo de documentación, organización y redacción. Este es un tema que también a mí me preocupa, por más que se pueda alargar en el tiempo. «La tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos». Gran frase que explica lo que yo siento. El egoísmo, la estrechez de miras y el lucro personal tienen mucho que ver con lo que está ocurriendo. No sabemos apreciar lo que tenemos ni le damos importancia a lo que está bien a la vista. Recuerdo cuando las energías renovables eran el futuro, ¿qué pasó con eso? Diluido entre intereses políticos, como todo.
    No he visto El día de mañana, tampoco Una verdad incómoda, pero sí leí el libro, y solo las fotos de diferentes momentos del deshielo ya me impresionaron. En fin, nada que decir que no hayas expuesto tu ya. El cambio que se necesita en la mentalidad de todos es muy importante, y la verdad es que soy muy pesimista en este aspecto.
    Me repito, has hecho un gran trabajo, interesante y muy demostrativo y claro.
    Y sí, hipercán debe llevar tilde.

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    • -Pues a su vez bastante poco que añadir a tu extenso comentario. A no ser que empiece a despotricar y a repetirme en cuanto a lo que pienso y cómo lo veo.
      -Un problema gravísimo y preocupante, se nos viene encima. Subidas de temperaturas más acusadas en un futuro próximo y todo lo que conlleva. Deshielo. Desastre.
      -Siento decirlo y expresar lo obvio: los que ahora son niños lo tienen muy magro. A no ser que cambien mucho las cosas, que haya un cambio de mentalidad radical. Quizá protagonizado por generaciones futuras, porque las de ahora parecen estúpidas, egoístas, mezquinas y mil cosas más. A grandes rasgos, no me gusta generalizar.
      -Porque alucino, no lo entiendo. Como le he preguntado a Raúl, a ver si seré yo el bicho raro. Las señales de alerta están saltando y más acusadamente que saltarán, es obvio.
      -Entonces la estúpida humanidad reaccionará, cuando se lleve un sustazo de muerte, y es posible que sea tarde.
      -Porque esa famosa expresión creo que dice que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
      -Una opción es plantar millones de árboles artificiales. Parecen eficientes y potentes retirando y neutralizando el CO2. He puesto enlaces, te invito a leerlo pues es interesante.
      -Esas dos películas… muy interesantes y muy buenas. Harías bien en verlas.
      -Gracias por leer.

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      • Árboles artificiales. No sé si has visto mi última entrada de Garabatos, donde cito: «Mil máquinas nunca podrán crear una flor». Pues árboles sí.

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        • No se trata de crear una flor, sino de intentar reducir la concentración en la atmósfera de los GEI. Parecen viables y factibles, no sé qué inconvenientes podrían tener, científico no soy. Obviamente consumirán energía en el proceso de fabricarlos y cuando estén funcionando. Pero parecen mucho más eficientes que los naturales, leí y era muy interesante por las toneladas que podían neutralizar, eran considerables las cantidades. No entiendo el último apunte: «pues árboles sí». Sí… ¿qué? ¿crear una flor? ¿aportar algo positivo?

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          • Esa frase es muy conocida, yo la entiendo como que el hombre no puede imitar a la naturaleza, y me ha chocado lo de los árboles y la he recordado. Sin más

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            • Pues no sé qué pensar… que no puede imitar a la naturaleza… de entrada uno y en líneas generales comulgaría con esa idea, parece cierta. Pero en ese caso parece que sí. Se les llama árboles porque hacen la misma función que las plantas con la fotosíntesis. Insisto en que es interesante. Todo lo que pueda arrojar la más mínima luz de esperanza bienvenido sea.
              De todas maneras y en líneas generales reflexionando sobre el calentamiento… miro las noticias: el puto Brexit. España y Gran Bretaña a la greña por el Peñón de Gibraltar. Por un puto trozo de roca. Penoso. Parece que esta cuestión es crucial para el futuro de la humanidad, no el calentamiento ni el deshielo. Ahí está la mentalidad imperante y las maneras de gobernar de hoy en día. Por eso termino diciendo que la humanidad parece andar en otras cosas.

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        • (Mil máquinas) sí podrían crear un árbol (artificial). Joder, me ha costado pero ahora lo he entendido. Me he confundido con los sujetos y los objetos. Creí que apuntabas a que esos árboles sí podían «crear» algo…

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  8. lrotula dijo:

    Bueno tras dos sesiones de lectura solo voy por donde comentas que Alemania esta relajando su postura contra la reducción de emisiones y Francia va a la cabeza. Vale pero que está pasando en el país vecino? Manifestaciones pro diésel !!!!!
    Estamos todos locos o que?
    Continuaré …

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    • Pues sigue leyendo, lrotula, y gracias. Sí, lo de Alemania es sorprendente, un país que siempre ha sido líder y ejemplo en energías limpias y conciencia ecologista. Aunque apuestan a su vez por las centrales nucleares. De todas formas a la Merkel le quedan dos telediarios. En cuanto a Francia, no sé. Como comenta Raúl, en cuanto a la gente le tocas sus pequeñas comodidades, el bolsillo y cosas así se subleva. Es penoso. Y eso que Macron parece erigirse en líder ideológico de esa lucha contra el calentamiento. Puede ser todo de boquilla, pura imagen. Necesitaríamos líderes de verdad en toda esta lucha, algo tipo Al Gore en su momento. Difícil de entender todo lo que se cuece, los intereses económicos siempre están ahí, y nos va a llevar a la perdición. Merecidamente. Parece mentira todo el asunto. O soy demasiado pesimista y alarmista.

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  9. Primero felicitarte por el enorme trabajazo de escritura y documentación, y de nuevo darte las gracias por sumar 🙂
    En verdad no soy bióloga marina 🙂 soy Licenciada en Ciencias del Mar, especialidad Biología Marina… y te contaré que mi primer día de clases en la facultad, allá por 1992, fue de la asignatura llamada «Interacción atmósfera-océano», desde ese momento la preocupación por el cambio climático se instaló en mi vida. En esos primeros días, en el piso estudiábamos la importancia del metano y una de las compañeras, nos comentaba que los agricultores jienenses decían que una de las causas que causaban «ese efecto invernadero» eran los peos de las vacas 🙂 imagina nuestras risas… pero la verdad es que no iban muy desencaminados. Los peos de las vacas también suman 🙂 La mayoría del metano está atrapado bajo océanos y permafrost como muy bien explicas. Pero hoy día, somos tantos, y comemos tanta carne… que realmente las flatulencias del ganado se tienen en cuenta en estos cálculos… 🙂 Y es que somos muchos, … y mi querido amigo, la superpoblación también es un problema…de los importantes.
    Por años de preocupación, por saber que existe esa bioprostitución que mencionas, por sentir los recortes en investigación ….por todo lo que veo en mi trabajo con fauna marina,… como te decía en el comentario de tu plastic-post …de esperanza ando regular. Mi trabajo es reconfortante, muy vocacional, pero a veces triste. Efectivamente, todo esto es un poliedro con muchas caras y aristas, es muy complejo, y personalmente creo que vamos tarde. Tardaremos mucho en encontrar el equilibrio (porque no solo son los combustibles fósiles, hay mil frentes,… ) son tantas caras y aristas que restaurar el equilibrio del poliedro es realmente complejo y difícil.
    En temas medioambientales, diría que tiendo al pesimismo. Y de alguna forma, he tenido que buscar herramientas mentales que me ayudaran a enfocar el asunto. Lo conseguí con una mezcla de filosofía y mucha biología… Cuando decimos que hay que salvar al planeta… ¿qué estamos diciendo en verdad?, en verdad hablamos de salvar a nuestra especie, salvar nuestro culo humano, no extinguirnos, sobrevivir y vivir (que cómo bien dices es para lo que estamos programados como seres vivos). Al planeta no hay que salvarlo de nada, …él estará bien con o sin árboles, con o sin tigres de bengala, con o sin osos polares…con nosotros o sin nosotros, al planeta le importa un carajo lo que hagamos, que estemos o no estemos…no somos tan importantes. Lo que se extingue es la vida en el planeta Tierra, al planeta no le pasa nada si hay o no vida… se la sopla, y tenderá «a su manera» a restaurar los desbarajustes/desequilibrios… es solo una cuestión de tiempo…y Gaia tiene todo el tiempo del mundo 😉
    Tendemos al egocentrismo, a la antropización,… pero solo somos una especie más de este complejo ecosistema…Un ecosistema super poblado de humanos. Creo que el cambio climático siempre ha existido, nosotros desde la revolución industrial somos un coadyuvante/catalizador que acelera el proceso. Y creo que de alguna forma, me he obligado a ver el acelerado cambio climático como una forma del propio ecosistema Tierra de auto-regular esta super población. El ecosistema está diseñado para lo que en ecología se denomina una «carga»… a partir de ella el equilibrio se pierde, y el ecosistema tiende a restaurarlo. Y yo confío en Gaia… mucho más que en la sociedad, en los políticos… por muchos árboles atrapadores de CO2… vamos tarde…porque hay mucho por hacer, frentes/caras y pinchudas aristas …y se nos va la vida en ello.
    Perdón por la longitud y el desorden, pero ando de tiempo regular y no he repasado. Que conste en actas que la peli la he visto, que fui muy fan del Sr Glass …y que tu mención me ha ruborizado…no estoy acostumbrada «maifren» 🙂 gracias.
    Mil gracias por recopilar, divulgar y por las muchas horas dedicadas 🙂 . Un abrazo compañero de teclas.

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    • Hola, Cristina. Tu comentario es impecable y magnífico, ni hay desorden ni tienes que repasar nada. Y mucho menos ruborizarte. Todo lo que dices está plagado de sentido común, sabiduría y acertadas reflexiones. Normal que mezcles y mezclemos, desde luego es un tema complejísimo con muchas caras y aristas. Pero sintetizando, completamente de acuerdo en lo que apuntas. La humanidad es una pieza más de la vida terrestre, o de este gran ecosistema. Como he dicho y han dicho de broma, no somos más que un molesto sarpullido en la epidermis de Gaia. Quizá le molestamos o hacemos cosquillas, y nos van a dar una sacudida merecida. O el pasaporte definitivo, jajajaja. Hay que reír. Efectivamente se la suda si estamos o no, o qué especies animales sigan o no. Siempre se tenderá a restaurar el equilibrio, y si el calentamiento del planeta lleva al de las aguas y éste al deshielo y esto a un enfriamiento de nuevo de las corrientes y esto a que la atmósfera descargue o contraataque con una gran tormenta de hielo, y esto a su vez a otra glaciación… pues está clarísimo que es una cadena de causas y efectos donde se busca restaurar cierto equilibrio. Como he apuntado en el post, son flujos de energía enormes, de calor y frío, termodinámicos. Y como lo apunta esa gran película, lo dibujado en ella es solo un escenario muy posible, pero solo uno de tantos. Hasta aquí estamos de acuerdo. También creo y la ciencia ha demostrado que esos ciclos de frío y calor se dan cada miles de años, el sorprendente ejemplo de la Pequeña Edad de Hielo lo deja claro. Así que la humanidad puede ser como dices un catalizador o acelerador. Le llaman Antropoceno a esta era, pues nuestra influencia en el medio ya es crucial.
      También soy muy pesimista y creo que vamos muy tarde. Las reducciones drásticas de emisiones de GEI deberían haberse ya implementado hace unos años, pues ya vemos el efecto acumulativo y que se seguirá calentando el planeta hagamos lo que hagamos. Y ya vemos la terrible dinámica donde los procesos se retroalimentan, lo han estudiado y lo explico, ese feedback o efecto dominó… El metano, la pérdida de albedo reflectante, el deshielo creo que inevitable del Ártico, que lo empeorará todo… y puede que detrás venga Groenlandia. Siempre me haces reír… las flatulencias del ganado… pues sí, todo suma, cualquier tubo de escape y también los vertidos de plástico al mar, y la acidificación (tema que no toqué) y la destrucción letal de los corales. Así que vamos muy tarde. Me fío de las reflexiones y estudios de los nombrados y de ese hombre del que he puesto enlace, Ferran… pienso volver por su blog a leer, habla sobre el punto de no retorno del clima, etc. Interesantísimo. Ya digo, me quedará el consuelo de estar bien informado como mínimo.
      Se podrían hacer cosas, creo que es falta de voluntad política, egoísmo, miopía, mezquindad, y la inercia de todo el sistema montado en torno a la economía, el dinero y las ganancias. Qué triste, a todos esos incontables mamones estúpidos se les ha olvidado de verdad que otro mundo es posible.
      Ojalá se reaccione, aunque sea tarde y mal. Creo que una reacción será inevitable. ¿Cuándo? ¿Y por parte de la ciudadanía, de los gobiernos o de ambos? Cuando nos acojonemos, hablando claro, cuando la subida de los mares empiece a tragarse ciudades o tengamos un hipercán del mundo mundial y nos caguemos las patas pa’bajo, hablando claro. Triste, la estupidez humana es la que me empuja a este pesimismo. Están demasiado tranquilos pensando que una reducción ridícula, parcial e insuficiente de emisiones bastará, y eso dentro de 20 o 30 años. Qué equivocados y qué ciegos, y yo no soy científico ni falta que hace.
      Empezar a implantar esos árboles artificiales a nivel masivo es una solución en parte, como reforestar o cambiar de verdad hacia los coches eléctricos. Pero es verdad, la superpoblación es un problema gravísimo. Somos millones y millones, consumiendo, gastando recursos, desechando y contaminando.
      Sigo leyendo sobre el tema del plástico y los mares. Anoche mismo, sobre el tema del teórico reciclaje. Muy triste y desesperanzador también. Cada día se estima que se vierte al mar el equivalente a 1500 camiones, qué fuerte. Y por otro lado un estudio sugiere que el volumen de plástico en las aguas sea mucho mayor, al desestimar en verdad los microplásticos. Fácil: si para los estudios se utilizaron redes de arrastre de 5×5 mm y resulta que hay millones de partículas menores, y no solo en la superficie o cerca, sino a centenares y miles de metros… Parece por otro lado que el tema es preocupante en Asia y sus ríos, ahí se están ahogando en plástico, las malditas economías emergentes que no reciclan casi ni hostias. En fin, que seguiré leyendo. Quién sabe si a mi edad habré encontrado mi verdadera vocación o algo digno por lo que dejarse la piel luchando, o como mínimo difundiendo. El panorama en conjunto es muy chungo. Cumbre de Katowice hace cuatro días sobre el clima y los medios no han dicho ni media palabra de cómo acabó. Seguro que fue una payasada más.
      Y como reflexión final, fría y científica: el planeta se está convirtiendo cada vez en más inhabitable para los humanos, más cálido, y será cuestión de calcular qué tasas de supervivencia se asumen, pues no creo que perezca hasta el último gato. Quizá habrá que apostar por grandes refugios invernadero o subterráneos, los gobiernos ya se están preparando… para salvar el culito las élites, claro está. Un Arca de Noé apocalíptico y grotesco. Sí, supervivencia parcial. Y después del hostiazo que nos propine la naturaleza, quizá se escarmiente e impongan soluciones. No sé en qué punto de este camino, tengo muy claro que la ciencia pura y dura siempre puede aportar soluciones, tenemos ya unas cuantas sobre la mesa. Como se actuó cuando la capa de ozono estaba amenazada. Ojalá inventaran algo para precipitar las partículas de CO2 presentes en la atmósfera. Creo andar en lo cierto cuando se habló de partículas de nitrato de plata que ayudan a provocar lluvias. Pues eso, ejemplos hay de medidas. Otra cosa serían las consecuencias.
      Un abrazo.

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